Esa noche, Rosalin tuvo un extraño sueño con su hermana Evelin. Se vio nuevamente en el tren donde viajaron, pero en el sueño, no hubo ningún accidente y estaban hablando:
-Te ves muy bien Rosalin. Como nunca te había visto en años, mientras te desgastabas cuidando a mamá y a papá –
-Sí. Mientras tú te dabas la vida que querías – Respondió Rosalin –
-Sólo no me dejaba manipular por las lágrimas de mamá para quedarme allí consumiéndome en mi juventud como hizo contigo – Respondió Evelin –
-¡Ya veo que sigues igual de insoportable, aunque estés muerta! – Dijo Rosalin con desdén por la forma en la que había hablado de su madre –
-¿Y qué te hace pensar que estoy muerta? – Respondió Evelin mirándola desde sus ojos grises llenos de malicia y una sonrisa sardónica –
De pronto, toda la imagen se volvió como una espesa nube de humo y ya no podía ver a Evelin.
-¡No! ¡Espera! ¡No te vayas! ¿Cómo que no estás muerta? – Y Rosalin despertó de su sueño respirando agitada y se sentó en la cama, quitá