Miré a Aaron y recordé el video en su computadora que contenía contenido humillante sobre mí.
El vídeo no era una prueba de la infidelidad, sino sólo para satisfacer sus deseos.
Dije:
—Quiero verlo también.
Aaron dijo:
—¿Por qué querrías verlo? Te pone triste, ¿no es cierto? Y como no volviste a casa en toda la noche, supongo que habrás conseguido algo. Tienes pruebas sin que yo te dé el video, ¿me parece que acerté?
Me burlé.
Aarón dijo:
—Si te divorcias de mi hermano, ¿qué pensarás de mí?
Aaron parecía halagarme. Reprimí mi incomodidad y dije:
—Pase lo que pase, tengo que esperar a divorciarme. Quiero ver el video primero. ¿Me lo dejas ver o no?.
A propósito, hice parecer que tenía algún interés en Aarón e insistí en ver el vídeo que grabó.
Al final, Aarón me llevó a su habitación y encendió su compu.
En secreto, usé mi teléfono móvil para grabar cómo escribía su contraseña.
Aarón grabó tres videos en total, lo que significa que mi esposo trajo a esa mujer a esta casa al menos tr