¡Resultó ser Aaron!
Miré atentamente la imagen en la pantalla, tratando de ver quién era esa mujer.
Pero, la cámara temblaba mucho. Solo mostraba la mitad de su cara, que estaba casi completamente tapada por su cabello. Solo pude confirmar que no era mi mejor amiga.
Justo cuando me estaba sintiendo cada vez más identificada con esa mujer e incluso sentía que se parecía a mí, el vídeo terminó.
—Si pudieras ser tan bueno conmigo cuando más lo necesito...
Aaron sacó un pequeño frasco marrón de medicina del cajón y apagó la computadora.
Tenía miedo de que me descubriera, así que corrí al dormitorio, me cambié la ropa interior y me senté en la cama, dejando volar mi imaginación.
¿Quién es esa mujer del vídeo? ¿Qué se esconde detrás de ese cabello sudado?
Al pensar en ella, inmovilizada por Aaron, inconsciente y con sus piernas temblando, una sensación de vergüenza que nunca había sentido antes me invadió.
Ni unas prostitutas serían tan promiscuas cuando atienden a los clientes, no pude evitar pensar.
—Cuñada, ¿estás despierta?— La voz de Aarón llegó desde afuera de la puerta.
—¡Despierta...muy despierta! —salí apurada del dormitorio, bajé la cabeza y no me atreví a mirar a ese hombre alto que estaba frente a mí con solo unos pantalones cortos.
No me atrevo a admitirlo, pero justo ahora, imaginarme a Aaron forzándome a ser suya me causó un placer sin igual.
—Estuviste durmiendo todo el día, pensé que estabas enferma.
—No... no, ¿no tienes hambre? Te voy a preparar algo de comer.
—Tranquila, ya comí.
Aaron me dio un vaso de leche.
—Parece que no has descansado lo suficiente. Bébetelo y luego vuelve a dormir.
Asentí y bebí la leche.
Quizás fue porque estaba demasiado sensible. Me acosté en la cama, impregnada de un olor cálido, y pronto sentí sueño. Mis párpados se volvieron cada vez más pesados.
Justo cuando estaba a punto de quedarme dormida, sentí una suave oleada de calor en mi cuerpo, concentrada en la parte baja de mi abdomen.
Con un "clic", la puerta del dormitorio se abrió. Sentí cómo el colchón se hundía y enseguida alguien se subió a la cama.
Todo mi cuerpo se erizó. ¡¿Es Aaron?!
En ese momento, de repente, me di cuenta de que había sacado la pequeña botella marrón del cajón. ¿Le puso algo al vaso de leche que me trajo?
¡Me quiere abusar el desgraciado!
Enterré mi cara en la almohada. Mi cuerpo sudoroso se volvió más sensible que nunca. Cada centímetro de mi piel se sentía caliente, no podía dejar de temblar. Lo único que podía oír era mi propio corazón latiendo como loco. Si un dedo de ese hombre me tocara, seguro me desmayaría de solo sentirlo.
Pero, una pregunta seguía dando vueltas en mi mente:
—¿Debería fingir que estoy dormida?
Pronto ya no tuve que preocuparme, porque un hombre detrás de mí ya me había quitado el pijama...