104. Nos vamos de luna de miel
Amir
El silencio de Samira durante el trayecto de regreso a la mansión me tiene preocupado, ella no ha dicho una sola palabra desde que nos subimos en el auto y aunque no quiero presionarla y le estoy dando su espacio me estoy empezando a desesperar.
Todos sabemos que la paciencia no es uno de mis dones predilectos, lo cuál es curioso pues ahora tengo dos diablillos de hijos que estoy seguro que van a agotar mis reservas.
Cuando finalmente llegamos a la mansión, la veo bajar con rapidez y correr hacia dentro haciendo que yo haga lo mismo.
—¿Princesa?— pregunto y al no tener respuesta me encuentro yendo detrás de ella sin pensarlo, solo para verla ir directo hacia los bebés y fundirlos en un abrazo.
El corazón se me acelera solo con ver la imagen y una sonrisa se forma en mi rostro cuándo los ojitos de los pequeños dan con los míos y extienden sus manitos hacia mí.
—¡Papi de bebés!
—Hola diablillos.
Dejando salir un poco la risa acorto el espacio que me separa de ellos y tal co