01: La pelirroja

Actualidad.

Habían pasado 8 años, 8 años sin su esposa, 8 años sin su presencia, 8 años con tan solo recuerdos pasados. Ahora su hija tendría 8 años y seguramente otro bebé. Pero el hijo puta le quitó la vida sin tener derecho. Orlando se arrojó a la oscuridad, donde se volvió más frío y serio, un hombre que dejó los sentimientos y el amor en un túnel oscuro y cerrado. Cerró su corazón para siempre, solo tenía de vez en cuando a una mujer, para ser más explicito "dama de compañía" solo era sexo y punto final.

No quería volver a las redes del amor, no quería volver a sentir amor. Eso lo olvidó el día que la última pala de tierra cayera en la ataúd de su difunta esposa.

Sus amigos estuvieron con él, viéndole llorar y consumirse en el alcohol, a un punto que ni ellos ya no sabían que hacer con él.

Quiso matar al desgraciado pero se fue, se largó como un cobarde y no han vuelto a saber de él, pero Orlando no descansará hasta encontrarle, la muerte de su esposa e hija no quedará impune.

Las cuatro de la madrugada, Orlando en la oficina del club, un oficina donde tenía un cristal del suelo al techo, donde se veía todo el club, desde ahí observaba todo. Con una mano en el bolsillo del pantalón del traje y en la otra sostenía una copa de whisky, miraba por la ventana. Veía a las chicas bailar en las barras semis-desnudas, otras sirviendo las mesas de la misma manera y los hombres admirando a las mujeres.

En estos 8 años, había cambiado muchas cosas, lo primero él, ya no tenía a su lado a su esposa, Giovanni es padre y formó su familia, algo que Orlando no se creía, pero le ve feliz. Mariano había recuperado la memoria del todo y esperaba a su hijo, otro que formaba su familia, sus otros amigos, eran casos perdidos, aunque ya no sorprendería si pasará algo más con ellos. Sus amigos estuvieron con él apoyándolo y estando a su lado, amigos que tuvieron que estar con él cuando estaba de alcohol hasta en las venas.

Franco estaba raro, muchas veces ni lo veían, desaparecía y algo ocultaba.

Orlando tiene envidia de la buena de Giovanni y Mariano, ellos estaban formando su familia con sus chicas a su lado, él estuvo apunto pero todo se fue a la m****a. Desde ese día evita tener contacto con los bebés, se aleja lo más lejos posible de ellos.

—Señor. — interrumpió Scott los pensamientos del italiano.

—Dime. —se giró y se fue hasta su escritorio.

—Es hora de irnos, usted me dijo que le avisará. — Orlando asintió.

Sin hablar cogió su móvil y salieron de allí, no quería pasar más tiempo ahí metido, quería llegar a casa y dormir. Aunque últimamente las noches eran eternas y no pegaba ojo, se había mudado a otro cuarto para no quitar el aroma de su esposa impregnado en el, su ropa seguía en el clóset, no podía decirla adiós, no aún. Todo estaba como lo dejó ella y no quería entrar.

Cuándo estaba triste o le venían recuerdos, se metía en la habitación que iba ser de su hija, esa habitación que habían decorado para ella, ahí él se consolaba solo, acariciaba la cuna donde su hija dormiría, viendo las ecografías que la habían echo, eso era la mejor forma de sentirlas cerca, aunque físicamente no lo estuvieran.

Llegó a la mansión, entró en ella totalmente en silencio, se fue hasta la habitación, se encerró y se tumbó en la cama, quedándose totalmente dormido.

Orlando escuchó ruidos, Pero sus ojos no se abrían, era como si algo se lo impidiera. Cuándo por fin logró abrirlos, esos ruidos se seguían escuchando. Se levantó de la cama y salió de su habitación, los ruidos provenían del salón así que bajó. Cuándo llegó vio a sus amigos en la mesa desayunando, Orlando flipaba, estaban ahí como dice el dicho "como Pedro por su casa"

—¡¿Qué narices hacéis aquí?! —exclamó Orlando.

—Desayunando. — respondió Enzo obvió.

—Eso ya lo estoy viendo, ¿No tenéis casa? — sentenció.

—Venga, no te enfades cariño, ven a desayunar. — bromeó, Orlando levantó su ceja por como le vacilaba.

—Enzo, son las diez de la mañana, como comprenderás quiero seguir durmiendo. — siseó.

—Te la pasas, durmiendo, bebiendo o en el club. —habló está vez Maurizio. —Casi ni te vemos.

—Han pasado 8 años, Orlando. Supéralo, vuelve a ser el de antes. — dijo Paolo.

—Me dice el hombre que no sabe el significado de la palabra "amor" o "pareja" —caminó hasta la mesa.

—Tal vez no sepa esos significados, pero al menos ser que una persona cuando está muerta ya no vuelve. — eso fue la gota de derramó el vaso, Paolo tenía razón, pero no quería escucharlo.

—Eso a sido muy directo. — intervino Franco.

—Si, pero soy claro...

—Claro, que vamos a esperar del diablo, que no tiene compasión, jamás, pero jamás, una mujer sentirá algo por ti, y quién lo haga irá por el interés. —no saben cómo pero habían iniciado una discusión.

—¡Basta! —gritó Franco. —Hemos venido para verte, no para discutir.

Todos se callaron, Orlando sabía a la perfección que ellas no volverían, pero aún estaban clavadas en su cuerpo, en su alma y sus recuerdos. Tal vez fue duro con Paolo, pero el también lo fue. Sus amigos solo querían animarle y apoyarle, pero se volvió tan frío y distante que ya no sabe cómo volver a ser el mismo.

—¿Sabéis algo de Giovanni? — preguntó Orlando. —Hace días que no se de él.

—Si, estuvimos ayer en su casa, Carlotta y él, se fueron a vivir solos en la otra mansión. — respondió Enzo. —Tal vez vuelva a ser padre. —Orlando abrió sus ojos como platos.

—¿Enserio? —dijo incrédulo. —Quién lo diría.

—Si, eso nos contó él, que ella tenía un retraso de un mes. —asintió con la cabeza.

—Al menos es feliz, ella le hace feliz, aunque ella apareciera con un bombo. — todos asintieron.

—Carlotta no es mala, es una niña que sincera y honesta. —habló Franco. —Al menos lo que yo he visto con las pocas palabras que he cruzado con ella.

—Yo no he dicho que sea mala, la revés me parece buena niña. —afirmó Orlando. —Pero que misterios de la vida. Giovanni era un completo mujeriego, uno que se veía que no se iba a enamorar, y ella apareció con un embarazo, vivieron juntos, tuvieron problemas tanto que fue secuestrada y él se enamoró.

—Si, dicen que un hombre tiene a su media naranja en algún lugar. —dice Franco. —Las parejas que tenemos, y lo luego lo dejamos dicen que es la enseñanza de que el dolor, el desamor están presente, que esas mujeres nos enseñan, pero también están las chicas que te enseñan a que el amor existe, que duele, qué lloras, Pero así aprendemos. — todos miraron a Franco.

—No sabía que tuvieras tanta experiencia en el amor. — Dijo Maurizio. —¿Lo estás? — franco se calló, si, si lo estaba.

—No, me enamoré en su día. — mintió. —Ahora, solo me entretengo con mujeres de un rato.

Ninguno se creía eso, sabían que franco ocultaba ese Amor como protección, pero no querían agobiarle, cuándo se sintiera cómodo lo contaría.

—Luego iré a ver a Giovanni y a Mariano. —habló Orlando cambiando de tema.

—Me parece bien, me preguntó por ti. — dijo Enzo.

—¿Iréis está noche al club? — Les preguntó.

—Tal vez si. —respondió Maurizio bebiendo un sorbo del café.

—¿Chicos? —les llamó, los chicos le miraron. —¿Decidme cómo puedo dejarlas ir? — todos ya sabían a que se refería.

—Lo primero, esa habitación que compartían juntos, guarda su ropa y todo lo que te recuerde a ella. — le aconsejó Franco. —Después decirlas adiós y seguir adelante, estoy convencido que ella no querría vete así, querría verte feliz y rehaciendo tu vida de nuevo.

—Lo intento, os lo juro. Pero su imagen aparece en mi mente. — sus lágrimas se hicieron presentes, sus amigos se sintieron mal viéndole así. —Ahora mi hija tendría 8 años.

—Mira te diré algo. — habló Franco de nuevo. —Sé que la mujer de tu vida, esa media naranja aparecerá, todo lo que deseabas, hijos, familia, amor y felicidad. No te cierres, vuelve abrir tu corazón. Flor querría lo mismo y se que ella te mandara a la mujer correcta. — Orlando abrazó a su amigo, aunque no lo supieran, no del Todo, el tenía más experiencia en el amor.

—Os juro que lo haré, Pero eso del amor lo dejamos más adelante. — con eso les bastó.

—Perfecto, y está noche iremos al club. — habló Enzo.

—Allí os esperaré. — todos asintieron.

Después del desayuno imprevisto de sus amigos, Orlando fue a la habitación que durante 8 años estuvo cerrada. Recorrió la habitación con su mirada, respiró hondo. Sus amigos tenían razón, no podía seguir con tan solo un recuerdo de ellas toda la vida. Tarde o temprano tenía que dejarla ir y decirla adiós y el momento había llegado. Se acercó al porta- retrato y lo cogió entre sus manos, era una foto de ellos en día de su boda, donde ambos sonreían.

—Sé que querrías verme feliz y rehaciendo mi vida de nuevo. Mi bella esposa llegó el momento de dar el paso y decirte adiós, pero siempre serás la mujer de mi vida. —volvió a dejar el porta-retrato en su lugar y salió de la habitación.

Llamó a una empleada que pasaba por ahí.

—Desirée. — llamó a la chica, está paró.

—Dígame, señor. —dijo tímida.

—Quiero que la ropa de mi esposa sea guardada y está habitación sea limpiada. — ordenó.

—Por supuesto, señor. ¿Dónde sea qué la guardemos? — preguntó ella, él lo pensó.

—En el sótano. —ella asintió, él se giró para irse, pero la chica le volvió a hablar.

—¿Señor? — lo llamó, él se giró. —¿La habitación de la pequeña, también? —él miró la habitación que iba a ser de su hija unos segundos y volvió a mirar a la chica.

—No, esa no se toca. — salió de allí y fue hasta su dormitorio.

Fue hasta el baño y encendió la llave de la ducha, se desnudó y se metió en ella. Ya había dado el paso y no había marcha atrás.

Cuando acabó enredó una toalla en su cintura y fue hasta el clóset, cogió un traje gris y camisa negra. Hoy iría a ver a sus amigos y ver cómo estaban. Ellos habían crecido juntos, los 8 se conocen desde que tenían 6 años y eran muchos más que mejores amigos, era hermanos. Donde se guardaban las espaldas y se protegían unos a otros.

Salió de la mansión y caminó hasta su coche, se subió a su Bugatti Divo color negro con dos líneas en la parte de arriba colores naranjas. Encendió el motor y salió de allí, con dos escoltas detrás de él.

Cuando llegó a la mansión de sus amigos, el portón fue abierto, el de seguridad de conocía y le dejaban pasar. Metió su auto y salió de allí, caminó hasta la puerta que estaba abierta.

No había nadie, entró y nadie lo recibía y eso era extraño.

—Ciao — gritó intentando llamar la atención. —¿Hay alguien en casa? — pero no había respuesta, pero de pronto apareció una sirvienta.

—Buorgiorno, signore. —saludó la chica. —Los señores se fueron a la casa del señor Giovanni.

—Grazie. — salió de allí y fue hasta a la casa de Giovanni, él ya sabía dónde vivía.

Cuando llegó, desde fuera les veía desayunando en el jardín, el portón lo abrieron y él metió su auto. Los hermanos se dieron cuenta y vieron de quién se trataba. Orlando salió del coche y se acercó a ellos, los hermano al verle se fueron hacia él y lo abrazaron.

—Bueno, menuda sorpresa. —habló Giovanni. —Come va?

—Bene, haces crecer la familia Ricci. — habló burlón.

—Claro, para eso estamos. —respondió. —¿Has visto a estos?

—Si, está mañana han aparecido en mi casa como si fueran los dueños. — Mariano sonrió, Orlando se acercó a Carlotta y le dio dos besos y lo mismo hizo con Carina. —Son más bonitas cada día. —coqueteó en broma.

—Soy feliz de verte de nuevo. —habló Carlotta con su hijo de ya un año.

—Grazie, bella. — sonrió y se sirvió café. —Yo ya estoy bien.

—Ya te vemos, te veo mucho mejor. — afirmó Mariano.

—¿Cómo va eso de que vas a ser papá? — preguntó, dando un sorbo a su café

—Muy bien, pero aún queda. — Orlando sonrió. —Perdona, no debí decir nada. — Orlando negó.

—No te preocupes, ya me hecho a la idea. —sonrió sin enseñar su dentadura.

Cuando llegó a su casa, después de pasar toda la mañana con sus amigos, se metió en el despacho y se encerró para mirar unos papeles que tenía que ver. El dinero de su club no llegaba a su suma, aún le seguían robando y eso le enfurecía mucho más.

Cuando llegó la hora, él se fue al club, solo eran las 23:00 de la noche y club seguía cerrado. Solo las mujeres y hombres que trabajaban ahí. Orlando está a un lado de la barra, revisando unos papeles. Caminó hasta el interior de la barra para servirse el mismo, apoyada en la barra vio a una chica pelirroja, ojos verdes, la detalló de pies a cabeza con la mirada y vio que ese pantalón estrecho marcaba bien su trasero, sonrió y cogió la botella de alcohol.

—¿Buscas a alguien, principessa? — habló mientras se servía la copa, la chica lo miró y se perdió en la mirada azul de Orlando. —¿Me has escuchado? —la chica reaccionó.

—Si, busco al dueño del lugar. — la voz angelical de la chica, penetró dulcemente los oídos del mafioso.

—Me tienes justo delante. — respondió apoyando sus brazos en la Barra, ella se impresionó un poco. —¿Para qué me buscas?

—Quería pedir trabajo. — él asintió y sonrió de lado.

—¿Tienes experiencia como camarera o sumisa? — ella abrió sus boca de la sorpresa.

—¿Su- sumisa? — tartamudeo repitiendo, Orlando asintió con la cabeza con una sonrisa en sus labios, a la distancia se veía que era muy inocente.

—Si, sumisa. Aunque yo no te veo como sumisa, más bien tienes... — la escaneó de arriba abajo. —Tienes pinta de conejita tímida.

—¿Perdona? — dijo incrédula.

—Te perdono. — bromeó.

—Déjalo, me voy. — ella se giró, pero la voz de él la detuvo.

—¿Hacemos la entrevista? — ella se giró y conectó con la mirada azul del italiano. —Vamos a mi oficina...

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