Beso ardiente

Apenas llegó a su casa, después de pasar una exhaustiva noche con Tamara, tomó la pequeña libreta de color rosa y comenzó a leer.

"Hoy conocí a mi jefe, es un hombre, hermoso, sexi y prepotente. Como me gustaría encontrar a alguien como él para por fin dejar de ser virgen"

Demetrio abrió los ojos de par en par. Era cierto, ¡la fea era virgen!.. Sus manos comenzaron a sudar, y su amigo a despertar; la lujuria traspasaba su cuerpo.

"Hoy lo encontré teniendo sexo con la recepcionista, me da mucho asco, tantos lugares privados y el muy cochino lo hace en las oficinas… Aunque, como me hubiera gustado ser yo la que estuviera en el lugar de la odiosa de Tamara"

Cerró la libreta de golpe. No podía leer más, su amigo estaba tieso cómo un palo, como si no acabará de tener pasión con su recepcionista. Era como si saber que Eva sentía algo de deseo por él, lo volviera loco. 

¡¿Pero qué le pasaba? ¡Si fue él primero que dijo que no era de su tipo!

Se dirigió al baño a calmar las ansias, para después quedarse profundamente dormido, deseando que fuera el día siguiente para poder verla, porque aunque Demetrio no quería reconocerlo, le gustaba su secretaria" fea" como jamás le gustó alguien…

….

A la mañana siguiente, Evangelina se levantó con un terrible dolor de cabeza y unas horribles ganas de vomitar.

«¿Qué hago aquí? ¡Sin ropa!»pensó al verse en el sofá de su apartamento, completamente desnuda.

Eran aproximadamente las seis de la mañana, y aunque quería seguir durmiendo, tenía que trabajar en su proyecto, pues los fines de semana era el día que más le dedicaba a él.

Se duchó, y colocó una bata de seda transparente. Vivía sola, no tenía por qué cubrirse.

Desayunó leche con cereal. Estaba ansiosa por recibir su pago, no tenía suficiente dinero para la despensa, y agradeció los días que comía en la empresa.

Se sentó en la sala. Apenas abrió la laptop, recibió una videollamada de su amigo Santino, que se había ido a Francia a trabajar ahí, y desde entonces no lo había visto.

—Hola, amor, ¿cómo te va? —lo saludó con una sonrisa. Santino era su mejor amigo, incluso era el único que tenía; lo había conocido en la universidad, él iba unos años más adelantado que ella, pero era quien la defendía de los compañeros que le hacían constantemente bullying.

—¿Cómo estás, pequeño ratón? ¿Cuéntame cómo te trata el arrogante Demetrio Laurenti? —dijo del otro lado de la pantalla. Santino, de verdad era muy atractivo, Eva nunca entendió por qué él se había hecho su mejor amigo, era diferente a ella en todo los sentidos, ojos verdes, alto, cabello castaño y sonrisa encantadora. Sin duda alguna el delirio de cualquier mujer.

—No me habías dicho que conocías a mi jefe y a su familia —dijo con una sonrisa.

—No, de hecho, no los conozco, solo conozco a Andrea, el abuelo, pero sí he oído cosas del don Juan, espero que no quiera conquistarte Eva —las mejillas de Evangelina se tornaron rojas.

—¿Qué pasa? ¿No me digas que Demetrio acaso te gusta Evangelina de las rosas Anderson? —Eva pegó una carcajada, cada vez que Santino decía su nombre completo le causaba gracia.

—Tengo que trabajar en mi proyecto, te dejo —lanzó besos al aire con sus manos y apagó la computadora.

«No, mi jefe no puede gustarme, además, le gustan las mujeres como Tamara» —agarró sus cabellos con frustración. Aunque Eva, no quisiera reconocerlo, su jefe le gustaba y mucho.

Después de la brevedad de unos minutos, la puerta del departamento de Evangelina comenzó a sonar,  a ella le pareció extraño que alguien estuviera tocando, no tiene amigos, y definitivamente Santino no podía ser.

«¿Quién será?»Pensó caminando descalza.

Se asomó por la pequeña ventanilla y enseguida sus piernas temblaron como gelatina.

¡Su jefe estaba detrás de la puerta.!

—¡Rayos!!! —resopló mientras él siguió tocando con insistencia.

«¿Cómo es que sabe dónde vivo?»pensó nerviosa, y ahí es donde recuerdó lo que pasó la noche anterior.

—Qué vergüenza Evangelina, además que ingeriste alcohol, hiciste el ridículo —habló en voz alta.

—Señorita Anderson, abra la puerta, vine a trabajar en lo del proyecto —dijo Demetrio detrás de la puerta.

Eva se movió de un lado a otro, de solo pensar que iba a estar sola con su jefe le causaba emociones extrañas, difíciles de explicar.

Después de unos segundos abrió la puerta, quedándose sin aliento al ver a su jefe. Juraría que más guapo que de costumbre ya, que no estaba atado a un esmoquin y  se veía espectacular con monos deportivos y una franela deportiva. Su tonificado cuerpo se veía esbelto en una figura de hombre perfectamente ejercitado.

—¡Dios mío mujer! Te has tardado en abrirme.

—Disculpe, señor —bajó la mirada, en el momento que Demetrio se percató de su desnudes debajo de su ropa.

La miró sin pudor, ¿es que cómo no mirarla? Parecía una persona totalmente distinta a la que estaba siempre en su oficina.

Sus pezones rosados sobresalían por la tela de seda transparente y se podía notar su ropa interior que, a diferencia de la noche anterior, parecía de una caricatura, además, llevaba el cabello suelto, cosa que la hacia verse aún más joven de como se veía de costumbre. Es hermosa, si la miraban bien podían descubrir la belleza de la chica, así como Demetrio había comenzado a descubrirla.

—Señorita Anderson, no puedo trabajar con usted en esas fachas —dijo serio, tratando de esconder la enorme erección que estaba creciendo en sus pantalones.

«Me estoy volviendo loco». Pensó frustrado, ya que la noche anterior había tenido que descargar su furia en contra de Tamara, pues Eva lo había dejado sediento, aunque sencillamente el italiano parecía no saciarse con nada.

—Lo siento, señor, yo... ¡Oh, por dios, qué vergüenza! —salió casi que corriendo, Demetrio no pudo evitar reírse.

«Es tan inocente y a la vez inteligente y también es dulce y espontánea» pensó para luego arrepentirse.

—¿Qué dices hombre? —se reprochó el mismo. No quería aceptar que la realidad es que su secretaria lo tenía loco por ella.

A los pocos minutos, Eva llegó de nuevo ataviada en su ropa y el encanto en los ojos de Laureti se esfumó enseguida, y volvió a su cara una de desagrado.

—Necesito que trabajemos en ese proyecto Eva, quiero saber todo de eso, lo que piensas, las mejoras, recuerda que tenemos una reunión donde tú debes ir conmigo —Demetrio explicó mientras se sentaba en la mesa de Eva, tomando la laptop como si fuera de él.

Eva asentía en silencio, mientras se sentaba a su lado, comenzando a platicar todas las ideas que le rondaban en su mente.

Después de horas de trabajo, el estómago de Evangelina comenzó a rugir ferozmente, tanto que Demetrio podía escucharlo.

—¿Tiene, hambre, señorita Anderson? Parece que tiene un león ahí dentro —dijo cerrando la laptop.

Eva sonrió nerviosa, mientras bajaba la mirada, algo avergonzada.

—A ver, ¿Por qué no preparas para mí algo delicioso? —le dijo el muy fresco recostándose del sofá.

Eva lo miró con una ceja alzada. 

«¿Y este qué le pasa?» pensó, sin responder nada, tratando de calmarse.

—Disculpe, no creo que tenga nada que ofrecerle, aún no cobró el primer pago y la despensa está vacía —habló apenada.

Demetrio la miraba, detalladamente, con un aire de tristeza en sus ojos, parecía que le causaba pena que hubiera personas que no tuviera ni para comer.

—¿Y tus padres Eva? —le preguntó curioso.

—Viven en Georgia, no me gusta preocuparlos, señor, aunque mamá insiste en que me vaya a casa, he estado empeñada en ser una ingeniera reconocida en esta ciudad —habló con orgullo. Había  estudiado mucho para lograrlo y pensaba hacerlo en las empresas de su jefe.

—¡Mamá! Sabes,  Eva, tengo años que no digo esa frase —Eva lo observó, parecía que a fin de cuentas su jefe si tenía su corazón, ya que al hablar de su madre sus ojos se tornaron brillosos.

Anderson intentó preguntar un poco más del tema, pero; sin embargo, no lo hacía al notar que el hombre intentaba reincorporarse.

—Mira, voy a pedir un servicio delivery para almorzar, y te voy a adelantar el mes de sueldo —Eva abrió los labios sin creerlo, a fin de cuentas, Demetrio no es tan malo como creía.

—No es necesario, señor, yo… Qué pena.

—No digas eso, señorita Evangelina, gracias a ti logré cerrar ese negocio, es más, este mes es un regalo —respondió con una sonrisa que provocó que las bragas de Eva se empaparan.

Eva bajó la mirada apenada, y con algo de vergüenza tomó el cheque de su jefe.

«Dios mío, por qué es tan bello y a la vez tan promiscuo» Pensó al ver sus ojos azules.

Demetrio tomó el móvil. Al parecer ni que fuera fin semana, podía estar tranquilo, ya que las llamadas lo colapsaba, hasta decir más, aunque Eva veía como él deslizaba las llamadas de los números desconocidos, con el dedo, y  ella  aseguró que eran las tantas amantes que él tenía.

—He pedido pizza, ¿te gustan? —preguntó Laureti mirando fijamente a Eva, que había estado en silencio en frente de él.

—Pero… ¡Usted no puede comer gluten señor! —dijo dudoso. 

—Ah, qué más da, ¿qué me puede pasar por un poco de gluten? —respondió tranquilo

A los pocos minutos llegó un servicio de delivery, con refresco y pizza.

—Señor, ¿qué pasó con su madre? —le preguntó Eva mientras llevaba una rebanada de pizza a su boca.

Demetrio respiró hondo.

—Murió de cáncer de mamá hace cinco años, —dijo con nostalgia.

—Lo siento mucho, no quise hacerlo recordar —habló Eva en un susurro, mientras ve como las mejillas de su jefe se mojan un poco. 

«No puedo creerlo, el inalcanzable Demetrio Laurenti llorando» Pensó Eva.

—¿Y sabes que es lo más difícil de esto? Señorita Anderson —preguntó. Eva negó con la cabeza, de verdad le encantaba cuando le decía señorita Anderson, la hacía sentir placer, era extraño, pero cada vez que él le hablaba de ese modo, sentía su cuerpo hervir en una extraña sensación desconocida para la secretaria.

—. Que mi padre en vez de apoyarme se alejó de mí a tal punto, de que casi no lo veo, se volvió frío y distante —Eva tragó grueso, las palabras de su jefe habían tocado su corazón, a fin de cuentas era un ser humano que sufría como cualquiera.

—Gracias por escuchar —dijo Demetrio  volteando su rostro.

Por un segundo se quedaron ahí, mirándose fijamente, Demetrio pudó notar que Eva no llevaba una pizca de maquillaje, y a pesar de eso su rostro se veía liso y suave; sus ojos de color gris brillaban con intensidad, provocando que el magnate quitara sus lentes en un impulso.

«¡Guao! Es realmente hermosa» pensó, sintiendo las pulsaciones de su cuerpo aún más fuertes.

Eva, parpadeó varias veces, se veía un poco borroso sin ellos, pero no tanto como para no notar los azules ojos de sus jefes que la miraban con lujuria.

«No puedes caer en esta tentación Eva, tu jefe es un asqueroso promiscuo» Las palabras rodeaban su mente, en el momento que, Demetrio se acercó a ella, qué inconscientemente mordía su labio inferior con fuerza,  acto que enloquecía al italiano en gran manera, haciendo que su cuerpo se estremeciera y su entrepierna palpitara.

Abrió sus labios lentamente, y comenzó a comer los de su secretaria, que en ese momento tenia una lucha interna por querer separarlo.

«No eres una cualquiera Evangelina» pensó,  aunque las sensaciones que siente en ese momento son placenteras, lo empuja con todas sus fuerzas.

—Escúcheme bien, señor Laureti —hablaba mientras caminaba de un lado a otro—. No soy una de esas mujeres fáciles con las que está acostumbrado a acostarse, yo soy una mujer de honor y honorable, así que le advierto.

Demetrio sonrióde medio lado, le causaba gracia verla tan nerviosa y a la vez enojada, sus pupilas estaban dilatadas, y sus ojos  ardían en llamas.

—¿Qué me adviertes? —Se pegó a ella arrinconando con la pared detrás. Podía sentir su respiración, y el olor exquisito a vainilla.

—¿Sabes algo Evangelina? — habló en sus labios—. Me gustaría mucho saber que escondes detrás de tanta ropa —Eva se puso roja como un tomate, la respiración había comenzado a abandonar sus pulmones, los vellos de su piel estaban erizados y su centro palpitaba con fuerza.

«No puedes caer en estas tentaciones Evangelina» pensó  tragando doble.

Eva lo empujó con todas las fuerzas que tenía, dándole una bofetada que hizo que Demetrio se estremeciera de dolor.

—¡Te volviste loca! —gritó eufórico.

—¡Respéteme, señor Demetrio, yo no soy una mujerzuela, como Tamara! —gritó de vuelta en dirección al italiano que la miraba con odio.

—¿Sabes qué? Tú no eres mi tipo, eres una niña tonta, que se esconde tras gafas y ropa holgada —las palabras del italiano golpearon el corazón de Eva con rudeza.

—¡Largo de mi casa! —señaló la puerta sin quebrarse 

El millonario subió la mirada, haciendo una mueca en sus labios. 

«Yo siendo corrido de un lugar como este ¿Qué se cree ella?» pensó por segundos. 

—¡¿Sabes que Evangelina?! ¡Estás despedida… me oyes…, despedida…!!! —Eva lo miró con suma tristeza, pero mantuvo su mirada altiva sin dejar de señalar a la puerta.

Demetrio salió dando un portazo fuerte. 

—¡¿Quién se cree ella para despreciarme? ¡A mí! El hombre más millonario de la región, ¡del país! —repetía varias veces.

No obstante, subió a su auto último modelo, estaba herido y molesto, jamás en la vida ninguna mujer lo había despreciado, y Evangelina Anderson, que era una mujer "fea" y que no le interesaba en lo absoluto, lo despreciaba de aquella manera y eso definitivamente había dado con el ego del millonario.

Asimismo, mientras conducía sintió un fuerte mareo y un dolor en el pecho; le costaba respirar y sentía su cara arder.

Bajó el espejo del retrovisor y se miró con algo de dificultad; estaba totalmente hinchado, y casi no podía respirar.

Cuando Demetrio se fue, Evangelina se acostó en el sofá a llorar.

—¡Maldición! Era la oportunidad de salir adelante, Eva —se reprochaba, pero ella no tenía la culpa, solo tuvo compostura y no se dejó sobrellevar por el deseo carnal que prometía su sexi jefe. ¿O tal vez ella también quería dejarse llevar?

—Que te costaba besarlo, está tan guapo, sexi, tan papucho —mordió su labio al recordarlo, era sexi, muy sexi, y sus monos deportivos se lo habían demostrado aún más, porque se veía su notorio paquete, y unas nalgas bien firmes y redondas.

Se acostó boca arriba y no pudo evitar recordarlo, ella deseaba más que él ese beso, deseaba mucho más de su jefe que eso, deseaba que fuera él quien rompiera la santidad que llevaba años guardando. Pero, tampoco quería ser solo una noche, ella sentía que aunque no era la más hermosa de todas, tenía un valor incalculable.

Apretó sus labios con fuerza, mientras relamía de él, sintiendo el fuerte y delicioso sabor de la boca del italiano, en ese momento su centro comenzó a palpitar  fuerte, y sin querer llevó su mano hasta ahí, en el preciso momento que su móvil comenzó a sonar.

Quitó la mano rápidamente asustada, como si alguien pudiera verla cometiendo ese acto carnal, y tomó el móvil aún, algo agitada.

—Si…—dijo tratando de controlar su respiración.

—¿Usted es la secretaria del señor Demetrio Laurenti? —Eva se quedó pensando unos segundo, no sabía qué decir o si aún era su secretaria, él acababa de despedirla.

—Lo que ocurre, señorita, es que el señor está internado en la clínica, parece que está intoxicado y necesitamos a alguien que venga a hacerse cargo de él —continuó la chica al darse cuenta de que Eva no respondía…

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