El Peso de Su Presencia
Me giré para ver quién era, y mi corazón dio un vuelco al ver a Sebastián allí, sus ojos oscuros y penetrantes fijos en los míos. Su presencia llenó la habitación sin esfuerzo, haciéndola sentir más pequeña y sofocante. No pude sostener su mirada por mucho tiempo, no después de lo que había sucedido antes en mi habitación. Mis mejillas ardían al recordarlo, y rápidamente volví al fregadero, fingiendo concentrarme en los platos.
Pero antes de que pudiera recuperar la compostura por completo, sentí un agarre firme en mis antebrazos. Su toque era fuerte pero controlado, sus largos dedos envolviéndome con una sujeción posesiva. Me detuvo en seco, sin dejar lugar para escapar.
"Mírame", ordenó, su voz profunda y ronca, enviándome un escalofrío involuntario por la columna vertebral.
Sacudí la cabeza rápidamente, negándome a sostener su mirada. La idea de enfrentarlo, de confrontar la intensidad en sus ojos, era demasiado para soportar.
"Mírame", dijo de nuevo, esta v