La melancolía de Nova.
La melancolía de Nova.
Por: Sauded
01

Corro de aquí a allá antes que mamá llegue del trabajo y me vea empacando mis cosas. Guardo dinero en el bolsillo, fotografías, prendas de oro y diamantes que ya no quiero ver. No sé por qué tardé tanto en hacer esto. Abro el armario introduciendo en el bolso chaquetas, suéter, vestidos, camisas y hasta lencería.

Meto el teléfono en mi bolsillo trasero luego de ver la hora. Me pongo el gorro de lana y bajo las escaleras saliendo por la puerta principal sin mirar atrás.

«Apúrate. Ya no quiero estar aquí» envío el mensaje, recostando mi cuerpo en el árbol.

Cierro los ojos con fuerza provocando que borrosos recuerdos me invadan. Las palabras las recordaba tan claramente que se podían escuchar hasta fuera de mi cabeza.

— ¡ES MI MEJOR AMIGA! ¿¡POR QUÉ?!

No sé de dónde había sacado lo dramática, lo único bueno es que era lo suficientemente fuerte para retener las lágrimas, salvando lo poco que me quedaba de dignidad.

— ¿Y tú por qué creíste que te iba a escoger a ti?

Lo que dijo en aquel entonces lograron atravesarme. Destrozarme y causar un efecto que hoy en día me sigue atormentado.

No tuvo escrúpulo para responderme.

Yo tampoco los tuve cuando mi puño impactó contra su descarado y perfecto rostro. Él había dado un paso hacia mí, levantando su brazo, Nayet Maslow apareció.

Me iba a golpear.

— ¡Nova! —me grita Jess sacándose el casco, dejando caer una cascada de cabello rojizo recién teñido.

—Tardaste —subo a la moto.

—Lo mejor se hace esperar. ¿Trajiste las fotos de ese asqueroso Muggle? —Emití un sonido dando a entender que no las había olvidado.

—Antes de irnos...

—No te daré la clave de mi wifi —me anticipo a la petición de siempre.

—Mezquina.

Son las cuatro de la mañana aproximadamente cuando llegamos a la cima de la colina, y a diferencia de las tres parodias que me rodean, no tengo ni el más mínimo grano de sueño, llevo un año en vela, un día que me madrugue no me mata y las ojeras desaparecen con maquillaje.

Habíamos quedado de acuerdo en encontrarnos en el mirador para recrear un ritual gitano—o satánico, no me acuerdo—que Jess se encontró en internet.

Un ritual de fuego que consistía en la superación. Una liberación del ayer que nos hace quemar los recuerdos rompiendo las cadenas que nos atan a un pasado tóxico o una ridiculez parecida.

Tampoco es como si se hubiese informado lo suficiente, es decir, que si de allí salía un demonio empujaría fuertemente a Jess ofreciéndola como sacrificio por la grandísima idea y luego saldría corriendo.

Quill y Luke ya estaban sentados esperándonos, y por la intensidad de la fogata supongo que solo faltábamos nosotras, así que, sin más, lanzo el bolso directo al fuego con todo aquello que me compró mi ex, Adrián Greed; mientras Jess insulta y maldice cada recuerdo antes de tirarlo.

—Oficialmente dejamos de ser el equipo de los corazones engañados. Los ECES—anima Luke.

—USTEDES son unas heces —rebate Jess.

— ¿Qué no éramos Los engañados por sanguijuelas? —los miro a ambos.

— ¡Los vampiros no opinan! —me manda a callar Luke consiguiendo que le levante el dedo medio.

—Empezamos siendo Los Cuernudos —habló Quill, yendo a la parte detrás de su auto.

Los pasos del ritual eran simples: recolectar hasta lo último que tienes de esa persona y tirarla en una hoguera. Pero decidimos dejar para el final las fotografías que carbonizaríamos de una forma distinta, a petición mía.

Saco las fotos de Adrián de mi chaqueta, mientras Quill viene con los artefactos para la destrucción final.

—Gracias —le digo, sin sopesar que se inclinaría a besarme la mejilla.

—Lo que pidas.

Me quedo un momento sorprendida, pensando en como dejar las cosas claras sin sonar grosera.

—No me gustas, Quill.

— ¿Y quién dice que fui a una tienda de fuegos pirotécnicos ilegales a las afuera de la ciudad un domingo a las dos de la tarde solo por ti? —surge de él una sonrisa arrogante—. Yo también quiero ver la cara de ese idiota explotar.

No respondo, ni siquiera gesticulo nada volteando a ver a Luke que desvía la mirada incomodo por lo que acaba de presenciar.

Volví a ver las fotos con recelo, asco.

Que ingenuamente feliz era.

Aun no comprendo por qué ese malnacido había jugado conmigo. Conmigo, con Debrah Baker y con quien sabe cuántas más. Perro, zorro, víbora y demonio, basura de ser humano al fin. Tan joven y tan echado a perder.

Le entrego las fotografías de mi ex a Luke sin ningún remordimiento, queriendo olvidar que tuve algo que ver con él, que perdí mi inocencia y le entregué mi corazón. El pelinegro las toma y se les queda viendo con una sonrisa burlona.

— ¿Qué fue lo que le vistes? O sea, guapo si está, pero de que era un pesado era un pesado.

Suelto una sonrisa sarcástica.

— ¿Qué no lo espiabas en los vestidores?

—Ser un malnacido no le quita que este bueno.

Quill se las arrebata de repente, tira de la cinta adhesiva y pega las fotos en los cohetes.

— ¿Listos? —el cabello oscuro se agita hacia nosotros, ansioso y de rodillas frente a los cohetes envueltos con fotos de los ex de cada uno.

Tengo que hacer énfasis en que se tuvieron que usar tres para Jess.

Quill enciende la mecha y corre hacia nosotros esperando el disparo.

Los fuegos artificiales se elevan en un parpadeo. Miramos satisfechos los restos de las fotografías cuando hicieron explosión esparciendo las cenizas por doquier.

Abro los ojos al sentir una mano tomar la mía, veo de reojo al chico a mi lado que me repara con una sonrisa tímida y una mirada brillante.

—No me importa seguir esperando.

—No entierres más ese puñal —aparto su mano, rechazándolo una vez más. Sin embargo, finge entender y su expresión afligida cambia a una falsa y contenta.

Echo un vistazo a mi pelirroja amiga que mantiene la mirada fija en su teléfono, seguramente hablando con su novio, Manuel Galindo, el cual no me cae bien y nunca me caerá bien, era demasiado falso, algo en él no encaja.

Él tiene la misma descripción que todos: carismático, cara bonita, sonrisa inocente y mentiroso por naturaleza.

Vuelvo a mirar al cielo y la última luz se desvanece, pequeños rayos de sol empiezan a asomarse.

— ¿Qué hora es? —pregunta Luke.

Quill enciende el teléfono, achinando los ojos.

Para luego abrirlos como platos.

— ¡Las seis! —se alarma al igual que nosotros.

¡Mierda! Mamá llegaría pronto de su turno como enfermera, y si nuestros padres—abuelos en el caso de Luke—descubren que no estamos en nuestras habitaciones nos mataran.

—Llévate a Luke, yo llevo a Nova —demanda Quill corriendo a su coche—. ¡Nova, sube!

Reacciono ante el grito y corro al asiento de copiloto.

Sus labios se vuelven una línea recta, se peina y despeina el cabello castaño, pasándose la mano sucesivamente por la cara y los ojos oscuros clavados en la carretera. Sus nudillos se ponen blancos apretando con fuerza el volante, marcando las venas en sus brazos.

Los rayos del sol empiezan a asomarse con mayor intensidad y la velocidad aumenta cuando Quill nota que me abarca la ansiedad por llegar antes que mamá.

Con todo y que me había puesto el cinturón de seguridad casi pego la frente contra el vidrio cuando estaciona abruptamente en el porche de mi casa.

Ni siquiera me molesto en despedirme, bajo del auto corriendo y empiezo trepar hasta mi habitación por las escaleras desplegables (ocultas) en el árbol para prevenir no tomarme con ella.

Corro con la suerte de que no y lo primero que hago es bañarme para quitarme el olor a pólvora, maquillar las media lunas de mis ojos y aplacar la palidez de mi rostro, arreglar mi cabello, preparar el desayuna haciéndome la hija ejemplar y reírme de los rumores en f******k que me relacionan con la ruptura de la parejita de Belmont High, aunque yo ni les hable.

Ya empezando la semana Luke se las arregló para meternos en problemas.

Primero fue porque Jess y yo llegamos tarde puesto que la niña nunca pone despertador—okey, eso no fue culpa de Luke—. Luego porque cuando la profesora Dolores nos recibió con su enigmático olor a tequila Luke se quiso pasar de listo, pero en su estúpida intención mojó a la profesora lo que, por salvar su pellejo, le pasó el termo a Quill mojándonos a nosotras también.

Y para finaliza, como si eso no fuese poco, botó mi pudín de vainilla en la ropa de Jess lo que dio pie a una estúpida guerra de comida.

Eso nos concedió generosamente a los cuatros un castigo.

El de Quill era limpiar el gimnasio, Luke se encargaría de la jardinería y Jess ayudaría con los niños de Kínder—como si tuviera tanta paciencia para no traumarlos o convertirlo en frikis—. Comparándolos, lo mío era lo más sencillo y menos estresante, tenía que ayudar a Ana, la bibliotecaria.

Al finalizar la mañana todos tomaron sus pertenecías una vez sonó la campana para empujarse entre sí y salir desesperados del salón. Ni loca me arriesgaría en esa estampida de animales. Con tanto salvajismo a veces me pregunto por qué elegí transferirme a esta sección en vez de otra.

Cuando el salón quedó casi vacío guardo mis cosas, lista para salir.

Los chillidos de unas chicas retumban en mi cabeza como una resaca, supongo que es por el suceso del año en Belmont High de los hermanos McCarthy, Brayden y Diana, la novedad del momento por ser nuevos y "parecer" unos ángeles. La fiesta de cumpleaños es lo único que pasa de boca en boca por los pasillos.

—Me dijeron que será de disfraces.

—Ojalá. Me contaron que era de coctel.

Ambas dejan de parlotear para posar sus ladinos ojos exageradamente maquillados en mí.

—Nova ¿iras? —creen que la hipocresía con la que me preguntan las hacen ver menos andrajosa.

La idea de gastar saliva respondiéndoles con un «No» fuerte y claro me es de mucho esfuerzo, así que opto por seguir camino.

Saliendo del salón tuve que dar pasos desesperados hacia atrás para no caer al igual que el chico a mis pies. Mis botas amortiguan el golpe de su cabeza. Rafa Wells e Isaac Moore—que conociendo a los personajes son los causantes de la caída—, abren los ojos de la misma forma en que el pasillo queda petrificado.

Arqueo las cejas, buscando una explicación.

—Fue un accidente —responde Isaac.

Bajo la cabeza chocando con unos ojos muy azules, casi grises, recubiertos de pestañas gruesas y cejas pobladas. Su cabello es más rubio que el de Isaac y por lo que noto también es más fornido que Rafa.

Lo conozco, desafortunadamente. Los rumores corren rápido en Belmont y por alguna razón eso hace que me tiemble el parpado.

Admito que sí parece un ángel.

La expresión que trae, al igual que los chismosos que miran la escena, es como si estuviera viendo un fantasma.

—Hola, Diablita —esa es la voz de Rafa, un antiguo compañero.

Alzo la mirada pasándole por encima a Brayden McCarthy, atravesando la muchedumbre que no duró nada en poner por las nubes el chisme.

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