Evalué rápidamente la situación: mi ataque sorpresa se había visto frustrado pero mi objetivo estaba delante. Me dolía pensar que tenía que matar a mi propio hijo pero no podía permitir que un monstruo como él siguiera vivo: hacía demasiado daño.
— ¿Esteban? ¿Por qué le esperarías a él?
Paul me miró y se rió.
— Vamos Papá, no te hagas el tonto. Estoy convencido de que la inútil de Estrella ya te lo ha contado.
— ¿Inútil? Es mucho más inteligente de lo que crees.
— Es una Omega de mierda, ninguna vale nada. Sólo sirven para abrirse de piernas y parir. Hice bien rechazándola.
— ¿Rechazándola? — pregunté sorprendido: eso no me lo esperaba.
— Sí, resulta que estaba emparejado con esa maldita Omega. No iba a mezclar mi sangre con esa escoria, así que la rechacé y un tiempo después, salí a buscar a una Luna que fortaleciese la manada.
Recordé que el día en el que Mar y Estrella se vieron por primera vez, Estrella se encontraba bastante mal y Mar la ayudó. En ese entonces, Paul ya me había