Una mujer de avanzada edad está sentada en la mesa contigua de la Isabella. Sus ojos se abren de par en par y sus oídos se aguzan cuando oye el nombre de Benedict Arrabal mencionarse. Voltea y observa a la mujer que está siendo insultada por dos personas. ¿Qué tiene que ver ella con su sobrino? ¿Por qué le están hablando de esa forma?

Al momento que ve a la mujer parada agarrar el vaso de agua para derramarle a Isabella, Irene se levanta y golpea con su bastón su pierna. Ella voltea y se queja por el golpe.

—¿Qué se supone que significa esto? —cuestiona Irene y se acerca a la mesa para interponerse entre Isabella y aquellas dos personas—. ¿Por qué la están insultando de esa forma? ¿Quiénes creen que son para tratar a alguien indefenso así?

—Esto no es asunto suyo, señora. No se meta en lo que no le concierne —responde el hombre con desprecio genuino en la voz.

—Además, no la estamos insultando, solo decimos la verdad —añade la mujer.

—Pues me gustaría ver qué piensa el señor Arrabal