Tres meses después
Aitana había pasado unos meses frustrantes, no solo había tenido guardaespaldas hasta para ir al baño, sino que, por petición de su esposo, había tenido que asistir a clases y realizarse exámenes médicos cada dos semanas.Aunque no se mostraban en los mismos, algo extraño, los desmayos seguían ocurriendo y eso, preocupaba a Helmut, quien, desde la distancia, no sabía si la maldición esta vez estaba jugando con el sacrificio antes de llevárselo o si Aitana no moría aun porque si era la cura que estaba buscando. — Sigan buscando la causa. Necesito saber si solo es una coincidencia o si es la maldición — dice Helmut. — Sí, señor — dice la doctora antes que Helmut finalice la llamada. — Señor, ya no hay más nada que hacer aquí. Hemos acabado con todos los lad