Ni siquiera sentí cuando el jeep se estrelló, delicadamente contra uno de los laterales del jardín de la mansión del Alfa, mi labor era otra, arrancarle la ropa sin control y sin medida, del hombre que tenía frente a mí.
- “¿Qué te ocurre por Diosa, Sirena?”- me decía, pero solo gemidos inteligible