Parte 2...
Enzo
Manollo entró en mi oficina, trayendo al muchacho de la piscina, que parecía intimidado. Tal vez Manollo le había dicho algunas reglas y eso lo había puesto nervioso.
— ¿Qué te parece, Manollo?
— Realmente, la loca dejó gente vigilando la casa, Enzo. Pero ya resolví eso – miró al muchacho — Luego puedes ver cómo quedó el trabajo.
— Hiciste bien – apoyé el brazo en la mesa, mirando al muchacho — Y tú, ¿cómo te llamas?
— Miguel, señor – él apretaba la gorra en sus manos.
— Te encargas de la piscina – me recosté — ¿Y solo eso?
— No, señor. Hago algunos trabajos pequeños en los jardines. Aún estoy estudiando jardinería y voy aprendiendo. Pero su jardinero principal no me deja hacer mucho.
— Bien, Miguel – crucé las manos sobre el regazo — Te voy a dar otra responsabilidad y espero que puedas cumplirla.
— Lo intentaré, señor – dijo algo inseguro.
— Manollo va a estar pendiente de ti – Manollo lo miró fijamente — Te reportarás a él, pero si es algo sospechoso y urgente, como