2. Capítulo: "La Virgen del CEO"

Se le quedó viendo y esbozó una sonrisa ligera. Ella pasó saliva con dificultad y mantuvo el aire dentro, sin inhalar más, luego lo necesitó. Sus ojos volaron a esa carpeta abierta que miraba Rashid. Claro, tenía que ser algún documento que validara el pago, lo que ella daba. En ese preciso instante sintió que no valía nada. ¿Cómo podría si estaba vendiendo su cuerpo por dinero? Ella no era una cualquiera, pero se sentía como una y sabía que el resabio se quedaría por mucho tiempo en ella.

—¿Estás bien?

—S-si... Solo un poco nerviosa —tras emitir la admisión se arrepintió.

—Es normal, pero no deberías, no soy un desquiciado, y seré bueno, lo prometo. De lo que quiero platicar es un asunto que debe quedarse entre nosotros. ¿Comprendes?

—No, aún no me dices a qué vas —confesó turbada, esa forma en la que la miraba le causaba cierto temor. Y él lo sabía. Tomaba ventaja del impacto que tenía en la muchacha, lo ponía a su favor, y lo convencía de que podría persuadirla para que aceptara.

—Lo sé, escucha, Victoria —empezó, juntado sus palmas sobre el escritorio, posición que dejaba ver quién mandaba allí, lo escuchó atenta —. No solo quiero desvirgarte, busco algo más, y creo que eres la correcta para ello.

—Por favor, vaya al grano de una vez, se lo suplico.

—Increíble la prisa que tienes, está bien, entonces seré directo, quiero que seas la madre de mi hijo, te pagaré más, no te imaginas cuánto.

Ahora que cortó el suspenso, se quedó como una piedra. Sus ojos se abrieron de par en par y creyó por un segundo que ese hombre la tomaba del pelo. No era una broma, lo confirmó al ver su seriedad, una que fue peor de lo que esperaba.

—No, no, no, yo no haré tal cosa, soy muy joven aún, ¿por qué me pide esto? —brusca, se puso en pies y se tapó la cara, parecía preocupada, una violenta inquietud que se movía por todo su ser y la apresaba.

No era para menos. Ese árabe le pedía un imposible.

—Porque desde que te vi en una fotografía, te escogí, sé que eres la adecuada para darme un hijo. No debes tomar una decisión ahora, pero quiero una respuesta lo antes posible. Porque así solo sería suficiente estar juntos una vez.

Su mente sé amuralló, una maraña de pensamientos la ocuparon. ¿En su primera vez quedaría embarazada? Es que no podía aceptar eso.

—Temo que voy a rechazar su oferta, es algo que no estoy dispuesta a hacer —insistió perturbada con la situación. No lo sostenía siquiera en su cabeza.

—Es una propuesta interesante, te voy a recompensar por ello, piénsalo, en nueve o quizá ocho meses me darás un hijo, obtendrás tu pago y todo habrá acabado. ¿Qué dices?

—Lo dice cómo si fuera algo fácil, soy yo quién debe asumir estar encinta, tener un bebé y enfrentarme a una etapa que aún no quiero vivir. Es que no puedo aceptar, yo solo he venido...

—Sé a que has venido Victoria —le recordó, elevando una ceja.

—Entonces no me pida que haga esto, no es lo que quiero —expresó, era obvio que estaba asustada.

—Es lo que yo quiero, pero te dejo pensarlo dos días, ¿bien?

—No, mi respuesta es no —repitió, con la valentía casi extinta.

—Te he dado dos días, Victoria. Sé de tu situación, he investigado sobre ti, así que estoy al corriente de lo mucho que te urge el dinero. El banco se quedará con tu casa, ¿en donde vivirás con tu madre? Dime, ¿crees que será suficiente lo que te daré a cambio de estar contigo?

—Sí.

Le dolía pensar en la realidad.

—Vale, ahora piensa en multiplicar esa cifra. Seré más conciso, te daré diez millones de dólares si aceptas.

No tenía sentido para la muchacha. La verdad es que para eso habían agencias de vientre en alquiler. Y aunque no conocía mucho del asunto, no creía que allí tendría que pagar diez millones de dólares.

—Es mucho dinero, no entiendo nada.

—¿Qué no comprendes? Soy un hombre adinerado, eso no es nada para mí, pero sé que lo es todo para ti, solo quiero ayudarte y yo también gano —expresó sincero.

A ella le seguía pareciendo una locura.

Ciertamente necesitaba el dinero, así muchas deudas se acabarían y podría cumplir sus metas. Incluso objetivos que nunca imaginó realizar. Al darse cuenta de que ya estaba dándole vueltas a la posiblidad, batió la cabeza.

—Está bien, voy a pensarlo, es algo que aún proceso. Te daré una respuesta en dos días.

—Perfecto, piénsalo bien, es algo bueno, y eres afortunada.

—No sé si sentirme así, puede pedirle esto a alguien más, incluso recurrir a una agencia de...

—Ni lo digas —clavó sus orbes verde grisáceos en ella, con profundidad y ella se cohibió —. Quiero que sea todo lo más discreto posible, puedo confiar en ti, ¿no es así?

—Por supuesto. Entonces me lo pide a mí para que sea todo en secreto, porque supongo que la prensa siempre quiere conseguir entrar en su vida y saberlo todo sobre usted, ¿no?

—Estás en lo correcto, por eso lo hago de este modo, y tú eres una candidata idónea.

—¿Quiénes son las otras? —le interesó saber.

—No vale la pena hablar de las otras, ahora tú tienes las de ganar diez millones de dólares, te quiero a ti, Victoria. Cuando estoy seguro de algo, nunca me equivoco, solo necesito tu respuesta —agregó ladeando una sonrisa.

—Lo voy a pensar.

—Siendo así, espero verte aquí en dos días. Que todo vaya bien en tu regreso a casa —mencionó, pero algo le decía que expresaba lo contrario.

—Vale. Está bien, aquí estaré.

—Te avisaré entonces la dirección a la que debes ir, a uno de mis hoteles —agregó, y le guiñó un ojo.

Tragó duro.

Nada bueno se avecinaba. Se lo temía. Incluso afuera, seguía sintiéndose prisionera de aquel sitio. Y por alguna razón, ya se miraba encadenada a aquel hombre.

Mientras se alejaba de la propiedad, una mansión enorme de tres plantas, se notaba a lo lejos, un hombre se atravesó en su camino.

—Señorita, por órdenes del señor Ansarifard debo llevarla a casa —le habló.

—No, no es necesario, tomaré un taxi.

—Es una orden, por favor, sígame.

—Ya dije que no iré a ningún lado, me iré así como llegué, ¿de acuerdo?

Pero no, se debía hacer como dijo ese Rashid. Acabó en la parte trasera de un auto negro, a regañadientes, se imaginó de lo peor de camino a casa. Pero nada de lo que pensó, ocurrió.

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