MÍA
—Hablemos mientras llegamos al aeropuerto.
La voz de Basil parece un frío eco que solo me provoca escalofríos, mis emociones todavía se encuentran a flor de piel, en cuanto me alejé, él no hizo nada por detenerme, de hecho, hubiera preferido que se quedara en el hospital, no decirme nada y poder estar tranquila.
—Lo que sientes no es real y solo le haces daño a nuestro hijo.
Eso me hace mirarlo con odio.
—Jamás haría algo que pudiera dañar a mi hijo.
—Nuestro —me corrige.
Sello mis labios.
—Eso lo hubieras pensado antes —murmuro, apartando mi mirada de él.
—Mía.
—Ni siquiera sé por qué estás aquí, tus hombres bien pudieron haberme traído, además, llegando, los cuervos de mi padre me van a proteger.
—Prefiero que uno de mis hombres vaya contigo, Akin.
—No lo necesito —replico sin apartar mi mirada de enfrente.
—Mía, hago todo esto por ti, para que estés a salvo, no puedo quedarme de brazos cruzados cuando soy el Boss.
—Aja, ya entendí —respondo con indiferencia.
—Mónta