En cuanto a esta vieja cuenta con Sergio, la resolvería con él cuando regresaba.
También con Hernán, que ignoró tanto los sentimientos de otras personas y la circunstancia, y no había necesidad de volver a hacerse amigos en el futuro.
Entre ellos, los dos compañeros de clase masculinos podían animar especialmente el ambiente y las niñas los respondieron con entusiasmo. Todos éramos jóvenes veinteañeros, y rápidamente se olvidaron de lo desagradable que acabó de hacer y se dedicaron al juego.
La entrada a la "casa embrujada" estaba debajo de un viejo árbol de algarrobo, donde había un pozo profundo, y un letrero de "Tú también estás aquí" en la boca del pozo.
Un trabajador reunió a nuestro grupo, explicó cuidadosamente las reglas del juego y enfatizó que el juego era para sentir un ambiente especial, y los fantasmas dentro eran fingidos por el personal, lo que podía ser un poco aterrador, pero realmente no nos llevaría.
Todos se rieron y bajaron al fondo del pozo uno por uno.
Cuan