Ambos estaban ya preparando todo lo que necesitaban para su boda, no necesitaban mucho, ya que solo sería por el civil y no tendrían una gran fiesta ni mucho menos. Solo sería algo entre los dos y no necesitaban testigos, esos los conseguirían en el juzgado, así que ya tenían todo listo y se causarían el viernes en la mañana antes de la fiesta.
Sol estaba emocionada, pero a la vez espantada, no sabía cómo se lo tomaría su abuela y la señora Cindy, le daba miedo defraudarlas, pero también quería estar con Daniel y soñaba que cuando regresara vivieran juntos sin que los padres de él, se opusieran.
— Quiero que luzcas más hermosa, sé que no haremos algo especial. Pero quiero que sea algo que nunca olvidemos, sé que no te puedo ofrecer nada.
— No te preocupes — tomo la mano de su novio — me conformo con este café — le dio un sorbo, se encontraban en la cafetería preferida de los dos — con casarme con la persona que quiero me basta.
— Pero, sé que tenías otro sueño.
— Bueno, en realidad tengo varios.
— Si, eso ya lo sé, solo que para la boda necesitaras algo más. Por eso pensé en algo y espero no te moleste — le dio una tarjeta — ve al lugar; es una tienda muy exclusiva y estoy seguro de que encontraras algo que te quedara para la ocasión, solo nos casaremos una vez y quiero que sea lo mejor posible y no acepto un, no, así que ve y después yo pagare.
— Dan, te lo agradezco, pero ya es mucho.
— Te dije que no aceptaría ese tipo de respuestas, tienes que ir a más tardar hoy.
— Ok, ya que salgamos de la última clase iré. Te lo prometo.
Se acercó a su novio y le dio un corto beso.
Al terminar las clases fue al lugar que Daniel le indico; parecía sacado de una película romántica o de un cuento de hadas, veía todo tipo de vestidos de novia. Se acercó a unos y los contemplaba y admirada, soñaba con que su abuela, la pudiera ver vestida de novia y ayudara a elegir el vestido correcto para ella.
— Buenas tardes — una voz la interrumpió y volteo, para encontrarse con una mujer joven y elegante.
— Hola, me indicaron que aquí podría encontrar lo que necesito — le entrego una tarjeta.
— Claro, nos habían comentado que vendría. Tenemos lo que necesita — le indico un lugar donde había varios vestidos de novia.
Había varios vestidos, unos muy largos y otros cortos. En realidad todos estaban increíbles, se veían muy perfectos. Aunque uno en especial llamaría la atención de Sol, era un vestido que llegaba a los talones y tenía una abertura en la rodilla izquierda, los hombros estaban un poco descubiertos y con escote pronunciado.
— Wow, este es hermoso — se acercó y tomo el vestido.
— Se lo puede probar si gusta.
No lo dudo y se lo probó. Le quedaba muy bien, ya ni mandado hacer estaba el vestido.
— En mi opinión, se le ve increíble.
— Si — se contemplaba en el espejo y no dejaba de tocar el vestido — pero quiero saber el precio.
— Por supuesto — reviso el precio — serian $4, 500.
Sol no sabía si estaba segura de que este fuera el vestido, pero, sabía que solo se casaría una vez en la vida y que tenía que sentirse como novia.
— Me lo llevo.
Llego a casa y se dispuso a hacer su tarea, estaba un poco impaciente en cuanto a todo lo de la boda, le daban nervios y miedo. Pero estaba dispuesta a correr el riesgo. Después de la tarea se fue hablar un poco con la señora Cindy.
— Así que Daniel ya acepto que te vas, eso me da gusto.
— A mi igual, lo voy a extrañar, pero creo que es bueno para los dos.
— Sí, mira — tomo unos libros de su biblioteca y se los dio — son libros que quiero que tengan tú y Violeta. Eran de mi padre y guardan un valor muy sentimental.
— Creo, que son los libros que han pasado de generación en generación, si no me equivoco.
— Claro, solo que quiero que tu igual los tengas y sé que a Violeta no le molestara que los tengas.
— Su padre fue muy amable con nosotras, pero, bueno su marido no tanto.
— Mi marido veía en ustedes un poco de lo que vivió, no era rico ni mucho menos, creció en una vecindad del centro y siempre le daba por recordar esos momentos, su padre era alcohólico y no le dio una buena vida. Afortunadamente tomo un camino diferente y fue un buen padre, esposo y persona. Sé que te apreciaba, Violeta sacaba lo mejor de él, solo la quería ver feliz y sabía que contigo tenía esa felicidad.
— Entonces, vuelvo a suponer que no conoció a su familia.
— No, para nada. Me dijo que su madre murió hace mucho y no tenía familia. Cuando falleció, tu nana se puso muy mal, lo llego apreciar y tomar afecto, aunque mi marido en realidad no tanto. No mostraba tanto sus sentimientos.
— ¿Conoció a mis padres?, bueno, usted y su esposo. Es que casi nunca me hablan de ellos.
— Poco, en realidad tu madre no venía mucho a ver a tu abuela y no es que estuvieran enojadas ni mucho menos, solo que tu madre tenía problemas económicos.
— Pero de mi padre casi nadie habla
— Es que no lo conocí mucho y pues tu abuela no tenía mucho aprecio a él. Creo que a mí me pasa lo mismo con el novio de mi hija.
— Es que es un viejo, le lleva casi quince años.
Ambas se rieron.
— Si, pero ya lo conocí y es un hombre muy bueno, veo que quiere a mi hija. Su familia es buena y acepta a mi hija, no tengo de que preocuparme.
— Ya sé, que a mí no me acepta la familia de Daniel.
— Lo harán, cuando vean que lo buena mujer que eres, te aceptarán.
Ya solo faltaba un día para la boda, no acudirían a clases y después se irían a la fiesta, para después pasar la noche juntos. Al día siguiente se iría a su casa para poder recoger sus cosas e irse por fin. Con Violeta ya había quedado de acuerdo, en que vivirían juntas y lo de la entrevista ya era un hecho.
— Por fin lograste lo que querías — Paula se acercó a Sol antes de clase — vas a ir a una escuela prestigiosa, todo gracias a tu enorme cerebro.
— No voy a permitir que me arruine mis últimos días acá, espero por fin superes tus traumas conmigo y me dejes ser feliz.
Paula siempre había tenido envidia de Sol, a pesar de que comparten amistad con Violeta, su envidia y odio es más grande. Ella quería ser la novia de Daniel,
— Pero que no se te olvide que dejaras el camino libre y pues estará solito y con mucha necesidad de amor.
— Ya cállate y ve a decir tus cosas a otro lado — llego Daniel y se acercó.
A Paula no le quedó de otra más que irse, a su lugar.
— Ni le hagas caso, está loca — Daniel le dio un corto beso.
— Ya quiero que sea mañana, quiero estar casada contigo.
— Yo igual.
Sol preparaba sus maletas, ya casi estaba listo todo, los nervios la comían. Vio su vestido de novia y moría por usarlo.
— Veo que ya estás lista — entro su abuela al cuarto.
— Claro — Sol le acercó una silla a su abuela — solo que los nervios me matan. Siendo honesta, no me creo preparada, pero también lo veo como un desafío, que tengo que cumplir.
— Me siento orgullosa de ti, sé que mi hija estaría igual y creo que tu padre también. Solo quiero que seas feliz, si cuando regreses sientes amor por ese niño rico, aceptaré lo que decidas y contaras con todo mi apoyo.
La vio con ternura y se abrazaron. Sol no quería defraudar a su abuela, quería que sintiera orgullosa de ella, por eso le daba miedo lo que fuera a sentir.
— Gracias, sé que trabajaste mucho para darme lo mejor.
— Pero lo te di todo en realidad — de su bolsillo sacó una medalla — esta era de tu madre, fue mía y me la dio tu abuelo, así que ahora es tuya.
— Gracias — acepto el regalo, era un corazón — ya no recordaba la medalla.
— Se la di cuando se casó con tu padre, yo te la quería dar cuando te casara. En realidad no sé si llegue a esa edad, por eso quiero que la tengas.
Daniel había reservado una habitación en un hotel para que Sol se pudiera cambiar y arreglarse sin que nadie se diera cuenta. Al salir de la habitación se encontró con su futuro esposo.
— Se supone que no me deberías de ver hasta que nos casemos — le dijo algo alarmada.
— Pensé que una mujer tan inteligente como tú no creía en esas cosas, no pasara nada. Ya vamos que se nos hace tarde.
— Esas son creencias que tengo desde niña, no tenía que ser así.
— No pasará nada, ya vamos. Que quiero que todos vean la hermosa futura esposa que tengo.
Llegaron al registro civil y consiguieron a sus testigos, ambos estaban emocionados y felices, ya que por fin unirían sus vidas.
— Puede besar a la novia — dijo el juez.
Los dos no dudaron y se dieron un beso, sonrieron y se abrazaron.
— Por fin ya eres mi esposa, por fin.
Llegaron a la casa de Daniel, sus padres no volverían, ya que estaban de viaje. Se cambiaron y prepararon todo para la fiesta.
— Oye, no había visto esa medalla antes — dijo Daniel con curiosidad.
— Me la dio mi abuela, me dijo que ella se la dio a mi madre cuando se casó, pero no sabría si llegaría a verme casada y por eso me la daba.
— Que coincidencia
— Si, me dio un poco de tristeza no poderle decir que nos acabamos, pero espero pueda entender que lo hicimos por amor.
— Yo confío que sí, no te preocupes que todo saldrá de maravilla. No pasará nada malo, así que nuestra vida será muy feliz.