Capítulo 83
Le di un golpe a la mesa en sinónimo de protesta, levanté la voz, no podía dejar que él pensara que yo era débil.
—¡No puedes hacernos esto! ¡Estamos embarazadas las dos! ¿Qué clase de hombre encierra a mujeres en este estado?
Roberto no se inmutó, parecía no tener corazón ni siquiera con la que decía era su hija, Se acomodó en la silla, tomó su copa de vino y bebió con calma, sabía que tenía el control de la situación.
—No quiero que se asusten —dijo con una voz tranquila que me dio más miedo que la tranquilidad que fingia —. Mientras estén en mi casa, no les va a faltar nada, comida, seguridad y privacidad. Solo quiero que entiendan… que ya no están solas, soy un ángel caído del cielo.
—¿Y mi padre? —pregunté con rabia—. ¿Dónde está su cuerpo? No puedo creer que hable tan tranquilo después de ser el causante de nuestra desgracia.
—Lo enterrarán esta noche —dijo—. En un lugar digno, con todos los honores. Él me cuidó a Isabel como su hija y Siempre se lo voy a agradecer.