Capítulo uno - 2

Parte 2...

Nunca imaginó que tendría una carpeta llena de información personal y aún más sobre su destino de no poder ser madre. Este triste secreto era sólo suyo y no lo compartiría con nadie. No quería que la gente se compadeciera de ella ni contar su triste historia a los curiosos.

Lo que le había pasado era sólo suyo, no tenía sentido repetirlo, no necesitaba que se lo recordaran.

Es como le dijo su madrina de consideración. Cada uno sabe la cruz que lleva y lo que pesa.

Este hombre que era su tío nunca le había dado una sola palabra de afecto o preocupación. Nunca la había buscado. En realidad era un desconocido que tenía una conexión por nombre, eso era todo. No había ninguna conexión familiar o emocional.

Y su cara de satisfacción la hizo sentir mal. Parecía disfrutar escuchando su desgracia.

— He esperado mucho tiempo, pero ahora estoy seguro del éxito.

La voz fuerte y fría, la mirada penetrante como si quisiera llegar a su alma, hicieron que Nathaly se estremeciera ligeramente.

— Así que, si estáis informados de todo, sabéis bien lo que quiero -continuó con un nudo en la garganta — Mi madre necesita urgentemente un tratamiento y cada día que pasa el tiempo se acorta para ella.

Él esbozó una desagradable sonrisa que la dejó en guardia, dando una calada a ese horrible cigarrillo que la estaba asfixiando.

Ni siquiera las bellezas de Atenas la calmaron cuando pisó suelo griego en el aeropuerto. La capital de un país tan maravilloso, lleno de historia y cultura, sería el destino de vacaciones perfecto, pero ella no estaba allí para eso.

La herencia de la época clásica era evidente en muchas partes de la ciudad, con monumentos y obras de arte que contaban la gloriosa historia del imperio griego.

Si estuvieras allí de gira podrías pasear por sus calles y visitar sus museos, el Paternón y la Acrópolis tan famosa en todo el mundo. Atenas fue una de las principales ciudades-estado de la antigua Grecia y a cualquier estudiante de arte o historia le encantaría pasar allí una larga temporada. La ciudad tenía un gran atractivo emocional.

— Estaba esperando el momento adecuado, sabía que un día llamarías a mi puerta.

Estabas enfadado. El hombre no tenía vergüenza. No podía ocultar el hecho de que le complacía hacer que se rebajara. Qué asco le daba ahora.

Su cabeza comenzó a palpitar para aumentar aún más su malestar desde el inicio de aquel viaje a Atenas.

Si no fuera extremadamente importante, nunca habría puesto un pie allí, y mucho menos habría pedido ayuda a su tío. Pero había demasiado en juego y no podía aplazarlo más.

Miró alrededor del lujoso y amplio despacho, así como de toda la casa. Mansión era la palabra correcta. Había vivido en el lujo desde que nació y le gustaba alardear de ello en la cara de todos. Era un hombre arrogante. Hacía lo que le daba la gana y se deleitaba en menospreciar a la gente.

Apretó los dedos con tanta fuerza que los nudillos se pusieron rojos. Realmente necesitaba llegar a un acuerdo con él para ayudar a su madre. Era lo último que podía hacer.

La sonrisa descarada le resultaba repulsiva. Mientras ella tenía tres trabajos para mantenerse a sí misma y a su madre, él vivía solo en esa enorme finca gastando sin parar. No se avergüenza de su estilo de vida exagerado.

Empezaba a sentir odio hacia su tío, algo que no era habitual en su vida. No perdió el tiempo teniendo malos sentimientos hacia los demás porque no podía. Realmente no tenía tiempo para eso.

Su vida había sido plena desde que era una niña. Prefiere alejarse o tomar otro camino. Sabía que era un mal hombre por lo que su madre le había contado, aunque no hablaba mucho de la familia de su padre, pero las pocas veces que lo hizo, le dijo que se mantuviera alejada de Yago Demetriou.

Necesitaba poder tratar con su tío o de nada serviría que se hubiera endeudado para ir a Atenas. No podía permitirse perder esta oportunidad. Tenía la boca seca, pero necesitaba continuar con su plan.

No podía dar la espalda y salir de allí dejando a su tío atrás, aunque eso era lo que más deseaba ahora mismo. Respiró lentamente una, dos veces, tratando de calmar el temblor de su cuerpo.

No podía perder de vista lo que había venido a hacer allí. Era un hombre repugnante, egoísta y mezquino, pero era su única salida. Y lamentablemente en este caso, el fin justifica los medios.

Si tenía que soportar ser humillada por este hombre para conseguir lo que necesitaba para su madre, valdría la pena.

Yago era el único familiar que le quedaba y, por desgracia, su último recurso para no dejar de tratar a su madre, que estaba muy enferma. Durante muchos años no los había buscado, ni siquiera para una simple llamada telefónica.

Para él, era como si ellos también hubieran muerto en aquel horrible día de hace dieciséis años.

Si Yago les hubiera ayudado entonces, tal vez hoy todo sería diferente y ella no estaría allí humillándose o su madre muriendo poco a poco. Sintió un dolor en su corazón.

Su madre era la persona más importante en su vida y todo lo que tenía. Cualquier sacrificio sería poco para ayudarla.

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