—Miguel, ¿quién te ha permitido entrar? —Ana se puso negra de la rabia al ver a Miguel. La familia Salamanca estaba tan desgraciada que seguramente Miguel había venido para burlarse de ellos.
—Basta. Soy yo quien llamó a Miguel —declaró Patricio, levantándose rápidamente de la silla.
—No comprendo.