Capítulo 0144
Rosendo frunció el ceño. Solo se había acercado a Ana por su dinero. En realidad, estar todos los días junto a una vieja de más de cuarenta años le daba ganas de vomitar.

Al ver al hombre que amaba fruncir el ceño, Ana preguntó:

—¿Qué pasa, Rosendo? ¿Es que no quieres?

—Eh… no, ¿qué dices? —Rosendo
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