Cap. 2 Alexis Castle

Ella gritaba molesta y avanzó a decirle a su amiga:

—¡Continua con todo!

—Nos hablamos.

Para ellas era cosa del día a día. Ella bufaba de molesta y Alexis entonces dio marcha al vehículo y en tono amenazador le espetó.

—Te haré despedir…

—Veremos.

—No puedes tratar a la hija de tu jefe de esa manera, ¿acaso tienes modos de cavernícola?

Ella gritó por todo el camino y cuando vio alzarse ante ella las empresas de su padre se cruzó de brazos haciendo un puchero, Alexis la miró de reojo y se la veía adorable, era muy bella y con ese extraño nombre.

Afuera el señor Egan los esperaba, miraba su costoso reloj una y mil veces y vio llegar el auto que supuso era de Castle y sí, lo era, entonces vio a la bella rubia enfurruñada.

—Fortuna.

—Vete al diablo —dijo ella molesta—, ¿enviaste a este sujeto a que me tomara como un saco de papa y me trajera contra mi voluntad?

Egan miró a Castle que estaba rojo de la vergüenza y entonces respondió:

—Solo hizo su trabajo y ya estás aquí, tu padre desea verte.

Ella pasó maldiciendo a los cuatro vientos y entró a la gran empresa, todos la saludaban en el camino y Egan miró al joven que estaba nervioso:

—Pasaste la prueba de fuego.

Menudo trabajo el que tenía, solo esperaba que no se les ofreciera de nuevo.

Su padre miraba unos documentos, cuando la puerta se abrió y su radiante hija, vistiendo unos shorts bastante cortos y una blusa que demarcaba sus pechos, se presentó ante él, alzó su mirada y la volvió a meter en los papeles.

—Padre…

Nada. Como una tapia, entonces ella se subió al escritorio y se paró sobre él:

—¡Papá!

Travis se pasó una mano por la cabeza y le gritó:

—¡Bájate de allí, niña!

Ella lo hizo y se sentó a mirar a su padre detenidamente, su cabello plateado y su ceño fruncido denotaba autoridad e infundía miedo, pero no a ella:

—¿Te divertiste?

—Me estaba divirtiendo mucho…

—Afortunadamente, los periodistas no llegaron a tiempo para que esto se salga de las manos.

—¿Enviaste a un sujeto a traerme?

—No sé a quién envió Egan, solo quería desligarme del asunto.

Ella se cruzó de brazos e hizo un puchero y su padre le advirtió:

—No me conmueves, estoy enojado y mucho contigo.

—¿Solo porque done un collar a una causa benéfica?

Su padre dejó de lado todos sus papeles y entonces le explicó a su hija:

—Tienes por costumbre hacer eso con frecuencia, esa joya era un regalo mío y me dolió que lo dieras.

—Padre… Tu regalo va a ayudar a muchas personas, ese es el verdadero regalo y mi ropa a la fundación.

Su hija y su altruismo, entonces, le dijo pacientemente:

—Solo quiero que seas consciente de tus actos.

—Y lo soy, ahora quitarme mis tarjetas…

Travis preguntó:

—¿Vendiste tu ropa?

—Sí.

—¿Entonces no tienes que ponerte esta noche para el aniversario de la empresa?

—No.

Travis meneó la cabeza y entonces le pasó su tarjeta Black, ella la tomó feliz:

—Aunque deberías darme las mías.

—No, por un tiempo.

—Papá —vio su negativa, entonces preguntó—, ¿quién es ese joven que me fue a ver?

—No lo sé, pregúntale a Egan

No tenía tiempo, fue a la oficina de su mejor amiga, Elisa, entró sin tocar.

—Hola.

—Fortuna, qué sorpresa, ¿Pasa algo?

Ella le mostró la tarjeta de crédito de su papá y entonces la invitó:

—¿Quieres ir de compras?

—Fortuna estoy trabajando…

—Le pedimos permiso a Egan, siempre nos la da.

—Es que…

—Ropa nueva, vamos —le guiñó el ojo.

Ella siempre conseguía lo que quería, era admirable, también llamó a Margo que encantada acudió a la cita de compras.

Fortuna se probaba un vestido tornasol con escote pronunciado y se miraba ante el ancho espejo, acomodó su cabello rubio que llegaba a los hombros y Margo sacó un vestido negro y se lo midió:

—Este me encantó.

Elisa revisaba los distintos vestidos y vio un modelo con un precio bastante grande: dos mil, dejó asustada el vestido, entonces Fortuna la miró:

—¿Ya tienes el que más te gusta?

—No… Es que…

La joven se acercó y vio que ella sostenía un vestido:

—Deja verlo.

Elisa se sintió mal y Fortuna al verlo le comentó:

—¡Es hermoso!

—Sí, pero demasiado caro.

—Descuida —le mostró la tarjeta de su padre—, esto paga.

Era increíble como Fortuna podía solucionar todo con su dinero, compraron tantas cosas y se fueron a casa de ella a cambiarse y arreglarse, fue un estilista reconocido para ponerlas hermosas.

—Divina, siempre divina —le decía a Fortuna.

Ella sonreía triunfal, ante todo, Elisa la miraba de cuando en cuando y pensó molesta.

“Ya pronto serás un mal recuerdo, amiga”.

Cuando Fortuna la miró sonrió fingiendo una felicidad que hace rato no sentía.

Alexis intentaba asimilar toda la información que tenía de los departamentales, cuando una de las secretarias entró a darle algo.

—Me enviaron a entregarte esto.

—¿Qué es?

—La invitación al baile del Aniversario de la compañía, suertudo.

Alexis arrugó el ceño viendo el delicado papel que tenía el sobre y le preguntó:

—¿Por qué dice eso?

—Porque ningún nuevo puede asistir a un evento de la empresa hasta un año de servicio y tú eres nuevo…

Se fue dejándolo con muchas preguntas, el evento era a las ocho de la noche, entonces consultó su reloj y vio que iban a ser las siete, si deseaba asistir debía apurarse.

Esa noche el salón de la empresa estaba decorado fastuosamente con tonos dorados, no en vano cumplía cincuenta años y el ambiente era de total elegancia.

Alexis entró muy bien vestido con un terno oscuro y miró a todos lados, nunca se había movido en las altas esferas.

La mesa de los directivos estaba a medias, poco a poco iban llegando, vio a su jefe inmediato Rafael Egan Ferris, sobrino del dueño, muy elegante y con un terno de marca, andaba del brazo de una hermosa mujer de cabello rojo fuego, sonreía a todos los que le salían a su paso… Suerte que tienen algunos, Alexis se sentía raro, no conocía a nadie y entonces vio llegar al rey junto con la princesa del reino: Travis Ferris era fotografiado junto a su preciosa hija de cabello dorado, el bello vestido de diseñador moldeaba sus curvas perfectamente, era bellísima, sonría y saludaba cuál princesa de reinado.

Detrás de ella iban dos jóvenes igual de bellas, pero nunca como la princesa del reino, ella tenía un halo angelical que la rodeaba.

Todos aplaudían y él tuvo que hacer lo mismo y entonces comenzó el consabido discurso y un video sobre el inicio y crecimiento del imperio Ferris, entonces el brindis y la fiesta comenzó. 

Podían decirle ingenuo, pero presentía que algo iba a pasar y en efecto pasó… Se encontró con Elisa Baker y charló con ella, al menos era la más atenta con él.

—¿Eres uno de los inversionistas invitados?

Alexis sonrió y entonces la bajó de la nube:

—Lo siento, soy empleado en el área de finanzas, me llamo Alexis Castle.

—Oh, Elisa Baker —entonces ella comentó—. Yo también soy empleada de la empresa, en el área de Relaciones Públicas.

Fortuna se dirigió como un águila a la presa.

—Hola.

Se quedó mudo de ver a la joven princesa frente a él, solo pudo decir:

—Señorita Fortuna.

—Sabes mi nombre, pensé que lo ignorabas cuando me tomaste como un saco en tu hombro.

Estaba en problemas.

—Este sujeto fue enviado por mi padre a llevarme a la empresa… Me cargó sobre su hombro y me llevó al auto contra mi voluntad.

Visto desde ese punto era bastante terrible de decir, entonces intentó explicarse:

—Era una orden…

—Muy obediente el señor.

Elisa le dijo entonces:

—No fue culpa del señor Castle, era una orden de tu padre.

—Lo siento, tiene que pagar penitencia.

Alexis no entendía y un mesero se acercó con una charola de bebidas, Elisa entonces suplicó:

—Fortuna, por favor.

Ella tomó una de las bebidas y ¡zas! En la cara de Alexis.

—Eso te enseñará a respetarme.

Algunos sorprendidos miraban la escena y un fotógrafo la plasmó en una foto, el titular ardía en sus manos: Nuevo escándalo de la Srta. Fortuna

Travis fue hasta ella:

—Fortuna, ¿qué rayos haces?

—Dándole una lección al señor Castle.

El joven se secaba con su pañuelo y no decía nada, Margo se puso junto a ella viendo al sujeto rojo de la vergüenza, el joven solo alcanzó a decir.

—Me disculpo…

Se retiraba molesto, ante la mirada de todos.

Era el hazmerreír del momento, la comidilla de los medios, Elisa fue la única que fue tras él.

—Señor Castle, espere.

Él se detuvo y ella, apenada, le comentó:

—Lo siento, ella es así de impulsiva…

—Descuide, no sabía que mi primer día sería así, de movido.

—Lo siento tanto.

—Descuida.

Se fue molesto y avergonzado y pensó mucho en quedarse en las empresas Ferris.

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