13. Placer en las alturas
Saludó a lo lejos al hombre que estaba esperando ansiosamente. Lo miró un poco aturdida, no sabía porqué su corazón comenzó a latir tan rápido de pronto.
Llevaba unas gajas oscuras e iba vestido para arrancar suspiros, se veía elegante y varonil. Despertó sus instintos primarios: el deseo.
—Hola, perdón por la demora. ¡El abuelo no dejaba de insistir sobre nos...! —Se calló repentinamente, como si hubiera dicho algo que no debía.
Ladeó la cabeza y le hizo un gesto con la mano para que siguiera hablando.
—¿Con qué insistía?
Pero frunció los labios, parecía reacio a contarle más.
—Será mejor que nos vayamos. Este es un lugar muy publico —miró alrededor—, no quisiera que esto se sepa. Mi madre se moriría y reviviría para matarnos a los tres.
Beth asintió, preocupada por no haber pensado en eso. Lo que menos necesitaba en ese momento es meterse en más problemas; además, cuando hicieran el acuerdo de divorcio quería salir lo más limpia posible.
Por no hablar del escándalo que se armaría y