La Esposa Rebelde del Despiadado Italiano
La Esposa Rebelde del Despiadado Italiano
Por: Krista Miller
1.Secuestrada

Capítulo uno: Secuestrada

"Narra Ariana Fallon"

Trato de abrir los ojos una y otra vez, pero la tarea se vuelve una auténtica tortura. Mis párpados pesan demasiado y las sienes me laten como si tuviera la peor resaca de la historia. Después de lo que parece una eternidad, consigo despertar solo para dañarme la vista con la intensidad de la luz.

Logro levantarme hasta quedar sentada y entonces, observar en derredor. Estoy sobre una inmensa cama, dentro de una habitación que probablemente sea igual al tamaño de mi departamento completo. Los bordados dorados de las paredes, cortinas y toda la decoración en general, me lastiman la vista casi tanto como la luz.

¿Dónde rayos estoy?

Intento buscar en mi memoria cómo demonios llegué a parar a este museo de la época victoriana, a la vez que me paseo por el lugar. Solo recuerdo mi día normal en el hospital, el almuerzo en la cafetería de la esquina y… los mareos. Choqué con alguien... creo.

¡Por Dios! Había algo en la bebida que me ofrecieron. ¿Me estafaron?

'¿Me han robado algo?', me pregunto al ver que no llevo la misma ropa puesta y ni señal de mis pertenencias, aunque solo llevaba el móvil encima y un par de dólares.

¿Y si me ha raptado algún psicópata asesino para violarme y después asesinarme?

No me han tocado en mis partes íntimas, eso lo tengo claro. De ser así, lo sabría.

'Pero estaba drogada'

¡Por nuestro señor Jesucristo! ¿Qué me han hecho?

¿Y si me han asaltado y me ha rescatado algún príncipe millonario? Tal vez por eso esté en esta lujosa recámara.

'¡Deja de pensar tonterías, Ariana!', me reprende mi subconsciente histérico, pero es que no puedo evitarlo. Millones de ideas se mezclan en mi cabeza hasta provocarme una terrible jaqueca.

Me encuentro con un vaso de agua y dos pastillas encima de la mesita de noche, con una nota que dice 'Tómatelas'. Sin embargo, no tengo idea de dónde estoy ni con quién, así que no pienso tomar nada. Ya me la jugaron con esa comida.

'La bebida va por cuenta de la casa', rememoro la dulce voz de la rubia.

¡Maldit@ camarera de todos los infiernos! La voy a denunciar. Voy a descuartizarla.

No obstante, para eso tengo que salir de aquí.

Corro a la puerta y no puedo decir que me sorprende cuando tiene el seguro puesto.

Definitivamente me han secuestrado.

Trato de abrir a la fuerza, pero la muy jodida no cede. Busco en la mesita de noche algo que me ayude en la tarea. ¡Es inútil! Voy al enorme armario de la esquina y me quedo más plástica que la misma Barbie cuando identifico mi propia ropa.

—¿Pero qué…? —me callo de repente cuando se me ocurre una ridícula idea.

Lo pienso por varios minutos, pero al final decido intentarlo. Después de todo, no tengo nada que perder.

'Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas'

Saco el aro metálico del primer sujetador que veo y corro a la puerta.

—Venga, venga —me animo en el tercer intento—. Tú puedes, Ariana, tú... —me quedo estática por un instante al ver el pomo girarse. Luego reacciono dando saltitos de alegría—. Lo he logrado —murmuro contemplando el trozo de metal—. ¡Dios mío, lo he hecho! Gracias, señor creador de los sujetadores con aros.

Abro la puerta con manos temblorosas, pero entonces, me topo con un cuerpo de bestia y unos ojos brillantes color fuego.

—¿Vas a algún lado, pequeña? —la voz se vuelve todo real.

Le conozco, le he visto antes…

'No', me rehúso a creer lo que ven mis ojos.

'Esta es solo otra de tus fantasías'

Sin embargo, por más que me niego a mirar o escuchar, él sigue delante de mí, con una siniestra sonrisa.

—¿Me recuerdas? —lanza otra pregunta.

—Tú eres… —le señalo con mi dedo índice suspendido en el aire, llena de incredulidad—, eres… ¡La Bestia!

—Así es, pequeña —muestra su perfecta dentadura con una feroz mirada, como si él fuera el cazador y yo la presa a punto de ser devorada—. Y también seré tu captor y tu verdugo.

—¿Cómo…? —me detengo unos segundos a ordenar mi cabeza trastornada—. ¿Dónde estoy? —siguiendo un impulso, me lanzo a su pecho para golpearle—. ¡¿Qué me has hecho, hijo de perra?!

—Estás en Toscana, en mis dominios —responde, robándome el aliento en el acto. Italia estoy lejos de Estados Unidos, en otro jodido continente— y si te calmas, te contaré lo que quieras saber.

—¡No me calmo una mierd@! —profiero en medio de mi rabieta. Puede que esté teniendo una crisis psicótica en estos momentos debido al shock. ¿Qué demonios tengo yo que ver con el ex prometido psicópata de mi hermana mayor?—. Me drogaste, te metiste en mi casa —señalo el armario abierto de par en par que tiene mi ropa—. ¡Me trajiste al otro lado del mundo en contra de mi voluntad!

—Me alegra que además de bonita, seas inteligente —comenta con tono despreocupado, haciéndome enfurecer más todavía.

'¡Bravo, Ariana! deberías estar temblando de miedo y por el contrario, solo puedes enfurecerte con el sujeto que posiblemente quiera matarte'

—Me has secuestrado —declaro lo que ambos sabemos, enmudeciendo de repente al percatarme de la cruda realidad.

Corro hacia la ventana y deslizo las cortinas para contemplar las calles que parecen un juguete en miniatura a más de veinte pies de altura. Debo estar en el penthouse de un rascacielos, puesto que los edificios del frente son más pequeños que este.

Me llevo las manos a la cabeza y me peino el cabello suelto con los dedos.

'Es solo una pesadilla', me convenzo.

'No es real'

— Como has podido comprobar, escaparte por la ventana no es una opción —su aliento roza mi espalda, poniéndome los pelos de punta en la zona de la nuca.

'No está pasando'

'¡Despierta, maldit@ sea!'

Las lágrimas tardan en salir, pero una vez lo logran, salen a montones y no tienen fin.

—¿Por qué? —pregunto en un murmullo.

—Tu querida hermana, su esposo y tú, van a pagar por haberme humillado —dictamina—. Aunque me temo que a ti te ha tocado la peor parte. Llámalo destino si quieres.

'Mia'

Así que de eso se trata todo esto: una jodida venganza. ¿Y qué demonios pinto yo aquí?

—¿Pero yo qué te hice? —giro sobre mis pies para enfrentarle.

—¿Acaso no convenciste a Mia para que me dejara? —deja su rostro suspendido a unos pocos centímetros del mío, clavando esos ojos endemoniados en mí—. ¿No le conseguiste un trabajo y el boleto de avión?

Sí, lo hice… y no me arrepiento. Ha sido de las mejores decisiones que he tomado en mi desastrosa vida.

—No puedes retenerme aquí para siempre —proclamo sin amilanarme—. Voy a escapar, voy a llamar…

—¿A la policía? —me corta antes de extenderme un móvil, el cual reconozco como mío—. Adelante, no te servirá de nada porque responde ante mí. Estás en mi terreno, pequeña y aquí se impone la ley que dicto yo.

—No es cierto —replica buscando el nombre de mi amiga en la lista de contactos.

—Prueba, uno uno dos, son solo tres números —la seguridad que muestra junto a la diversión que distingue en su expresión, confirman sus palabras—. También puedes llamar a tus amigos y contarles si lo deseas. Para mí será un placer contemplar su angustia y… verles llorar la muerte de tu hermana.

—¿Qué has dicho? —el suelo se tambalea bajo mis pies de forma repentina.

Él tira de mi brazo para llevarme hasta un sofá y posteriormente, obligarme a tomar asiento. Me quedo en una especie de trance mientras se comunica con alguien por una tableta.

—Francesco —habla con quien sea que esté al otro lado de la línea—. ¿Tienes ojos en el objetivo?

La figura de mi hermana mayor aparece en la pantalla saliendo de su auto y un sonoro jadeo escapa de mis labios. No es posible. No va a atreverse a…

—Objetivo en la mira, señor —comunica el tal Francesco—, a veinte metros de distancia.

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