*—Sebastián:
—¿Qué vas a hacer? —la pregunta salió tan rápidamente que Sebastián no podía dejar de mirar con sorpresa a Dante, quien estaba sentado al otro lado de la pequeña mesa del café en el que estaban tomando el almuerzo. Ni bien llegó y se sentó, Dante le soltó la pregunta así sin más, sin ni siquiera saludarlo.
Un suspiró pesado salió de Sebastián mientras se acomodaba en la silla de hierro. Lo ignoró y tomó la carta para pedir algo de su gusto.
—Pedí por ti —escuchó que Dante decía.
—Eres un hijo de… —Sebastián no terminó la frase y maldijo en voz baja.
Dante se encogió de hombros.
Los ojos de Sebastián rodaron y dejó la carta en la mesa para luego cruzar los brazos desnudos por su