UNOS TACOS PARA CENAR

Papá no para de hablar. Me da pena con Andrés, pero al fin es mi padre y tendrá que acostumbrarse a él.

-Chicos, llévenme por unos tacos que muero de hambre y en Cancún, tacos de pastor como en la ciudad ¡jamás!

Andrés sonríe, creo que le cae bien mi padre. En el auto papá sigue con su interrogatorio.

-Y dime Lucita ¿Philip está aquí?

-Sí papá, pero mañana se va a Taxco.

-Uy, mañana estaré sólo con tu madre, que miedo, es mucha tentación…

-¿Papá? ¿Qué dices?

-La verdad hija, tu madre es… el amor de mi vida.

-¿Y luego?

-Pues se casó con el gringo ese y, después conocí a Irene, nos casamos y ya conoces el resto de la historia.

-Irene es una gran mujer papá, deberías estar agradecido que te aguanta…

-Sí, lo es…

Sospeché que algo sucedía. Tal vez no era el momento de tocar el tema. Llegamos a la taquería. Papá seguía hablando y hablando, que si los tacos, que si el tráfico, que si los Albert

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