Al llegar veo una enorme casa de playa, inmediatamente vuelvo a ver a Gabriel él solamente sonríe y me guiña un ojo.
—¿Esta casa es tuya?
—Si me gusta mucho relajarme y aquí es como mi santuario.
—¿Supongo que has traído muchas mujeres aquí?
No sé porque le pregunte eso, hasta él se sorprendió y la verdad con solo imaginarme que ha traído mujeres acá se me revuelve el estómago, ¿estaré celosa?
—No Montse, aunque no me creas aquí nunca he traído a una mujer, como te dije es mi santuario, claro no te voy a negar que me iba para los bares de la playa y me conseguía a alguien alquilaba una habitación y listo.
Yo lo miro y no se si sentirme feliz porque soy la primera mujer en venir aquí o golpearlo por acostarse con cuanta mujer se le cruzaba.
—Espero que por lo menos te cuidaras. — digo algo brusca.
—¡Por supuesto!, tampoco soy un irrespons