—¿Cuánto dura?— preguntó.
—Tres días si lo paso sola.—
Sus fosas nasales se dilataron. —¿Y si lo pasas con un hombre?—
—Unas horas.—
—¿Quién?— Su voz era baja.
Sabía exactamente lo que me estaba pidiendo y tenía una idea bastante clara de lo que le sucedería al lobo cuyo nombre le di.
—No importa.—
Sus ojos color miel brillaron con un brillo dorado. Su lobo quería una respuesta. —Ni hablar.—
—Nadie te desafiará—, dije.
Se levantó, con el control remoto olvidado en la cama, mientras se acercaba a mí. —¿Quién, princesa?—
—Vete a la mierda—, susurré.
Su gruñido de respuesta fue mortal.
Me tensé, pero no me moví.
Usó su nudillo para inclinarme la barbilla hacia atrás y a un lado, luego acercó sus labios a mi oído. —Puedes decirme su nombre, o puedo empezar a matar a la manada de tu hermano hasta que descubra quién es—.
—Él no es de la manada de mi hermano.—
Entonces empezaré con el grupo más cercano cuando termine con ellos. Me aseguraré de prepararte también la cabeza de Lucas.
Me tembla