Bolo observaba la escena desde su posición, tratando de mantener la calma. Pero por dentro, estaba temblando. Sabía que Felipe tenía razón. Alguien había filtrado información, y aunque él no había sido directamente responsable, no podía ignorar el hecho de que había insistido en que el cargamento se moviera. Había presionado a Felipe, había asegurado que todo estaba bajo control. Y ahora, el cargamento estaba perdido.
Peor aún, el cargamento que Felipe había supervisado personalmente había llegado a salvo. Eso hacía que la pérdida del otro cargamento fuera aún más humillante. Bolo sabía que Felipe estaba haciendo conexiones en su mente, que estaba buscando culpables. Y sabía que, tarde o temprano, la atención de Felipe se centraría en él.
Felipe se giró lentamente, mirando a cada uno de los hombres en la sala. Su mirada era como un cuchillo, cortante y peligrosa.
—Escuchen bien —dijo, con una voz baja pero llena de veneno—. Si descubro que alguno de ustedes tuvo