Mireya suspiró. Intentó comer, cuando un móvil vibró y no fue el de ella. El rumano miró la pantalla y su expresión cambió, enseriándose muchísimo, ella no perdió detalle alguno.
—¿Quién es? ¿Tu amado jefe? —Ella podía hablarle en juego, pero sí quería saber quien llamaba y quién provocaba que ese