Los meses pasaron, Kiara con la ayuda profesional logró salir de su depresión, continuó nuevamente su vida, esta vez con la certeza que que jamás volvería a pisar suelo romano. Su vida en Italia pasaría al olvido, incluyendo al padre de su hijo.
Aun qué tuviera que confesar tan dolorosa verdad a su hijo, ya estaba y se sentía fuerte para enfrentar esa verdad ante él.
El pequeño Salvatore, siguió a su madre durante ese proceso, al igual que Rómulo.
— Abuelo, quiero ir a estudiar a Londres.
— ¿Nos abandonará siendo muy chico mi nieto?
— Nunca abuelo, nunca te abandonaría, eres mi abuelo, mi padre, aunque por mi sistema no tenga tu ADN aquí — Dijo poniéndose la mano en el lado del corazón. Y continuó — Aquí eres mi abuelo, mi familia y te amo Abuelo.
Rómulo sintió su corazón estrujar se de la emoción, valió la pena aquel día acercarse a Kiara, ganó una hija y un nieto, una lágrima rebelde rodó por sus mejillas, Salvatore la enjugó y se unieron en un abrazo.
— Te amo, nieto mío.
— Graci