Por fin había llegado el día en que se inauguraba la Navidad.
Era uno de diciembre, el día que se encendía la iluminación y empezaba el adviento, algo que a Esperanza le encantaba. Cada día se levantaba para sacar la sorpresa del calendario, pero sobre todo esperaba con ansia e ilusión los detalles que le tenía preparadas Deseo para esos días.
A parte de la iluminación, se abría el belén que con alegría habían elaborado Esperanza y su familia.
Debido al frío que hacía, la madre había preparado su famoso chocolate navideño para que la gente se calentara al entrar a verlo.
El padre había elaborado sus famosos panettones de chocolate, el clásico y el especial suyo de bailys.
La mujer comprobó que había platos y vasos de plástico suficientes y que las chocolateras ya estaban listas.
Llegó la hora prevista y se abrieron las puertas. La gente empezó a entrar y todo funcionaba perfectamente. Las figuras se movían, el río corría