Capítulo 6

Mi día ha sido una completa m****a. Aparte de que no dormí ni un poco, mi esposo rechazó hasta mi intento de extinguir ese fuego que otro hombre revivió en mí, todo me ha salido mal en la tienda. Para más inri, no podré hablar con él sobre este matrimonio que ya no tiene ni pies ni cabeza, porque con una vaga excusa, volvió a evadirme. Mi día no puede ir peor, ¿o sí?

Quiero creer que Amir es inteligente y él, al igual que yo, debe sentirse frustrado y contrariado con lo que estamos viviendo desde hace un tiempo, ¿o acaso soy la única que se dio cuenta que el amor murió entre nosotros?

Anoche terminé de convencerme de que entre los dos no hay nada siquiera por lo que debamos luchar. Su rechazo me dolió, no voy a mentir, pero tampoco es como si me hubiese importado, después de todo, los deseos que siento en mi interior son a causa de otro y no porque él los provocara.

Espero poder hablar con él, ya no quiero seguir en esta situación de vivir cada uno en nuestros mundos, pero sin dividir cobijas. Nos amamos mucho, sin embargo, todo acabó hace tiempo.

Después de hacer la devolución de la mercancía y discutir por largo rato con la encargada de la empresa que me surte en joyas por el error que ella cometió y no quería aceptar, me senté de mala gana en mi silla, apoyando los codos sobre el escritorio y cubriendo mi rostro con mis manos. El día se pintó de gris para mí, nada me ha salido bien hoy. Pareciera que fui cagada por un mono.

Llenándome de paciencia y bajando las revoluciones que la encargada de la tienda me dejó, oí a lo lejos que mi teléfono sonaba. Suspiré exasperada y lo tomé, pero quedé más que sorprendida cuando vi que se trataba de Amaro, el mecánico.

No respondí al instante, por eso cuando acabó la llamada, solté una gran bocana de aire. ¿Y ahora ese hombre por qué me está llamando? Mi teléfono volvió a sonar en mis manos y respiré hondo, despejando mi garganta.

—¿Sí?

—Buenas tardes. ¿Cómo estás?

—Muy bien —respondí, sintiéndome una adolescente que no sabe qué más decir—. ¿A qué debo tu llamada? El faro ha estado funcionando a la perfección. Will hizo un buen trabajo.

—No llamo para saber cómo va tu auto, aunque me alegra mucho que me digas que está funcionando correctamente. Llamo para recordarte del auto que traje a mi taller hace unos días. Ya está listo, puedes pasar cuando desees.

—Oh, llamabas por eso —reí tontamente—. Había olvidado por completo que el auto de Anita estaba en tu taller. Gracias por decirme que está listo. Envíame la cuenta de cobro por vía texto y tus datos bancarios para transferir el dinero. El auto no es mío, pero la dueña estará pasando por el a más tardar mañana.

—Pensé que el auto era tuyo. No tengo cuentas de banco, todo pago lo recibo en efectivo.

—Cierto, ya me lo habías dicho —cubrí mi rostro, sintiéndome sumamente avergonzada—. ¿Ahora mismo estás en el taller?

—Sí, aquí estoy, no me he movido.

Mordí mis labios, indecisa en si ir o no a darle de comer otro poquito al ojo.

—Creo que alcance a ir por el auto. En una hora estoy allá.

—Te espero —fue lo que respondió, incrementando los latidos de mi corazón.

Solo iré por el auto de Anita, pagaré por el buen trabajo que hizo reparándolo y me iré a mi casa a ahogar mi mal día en una botella de vino tinto y muchos masmelos recubiertos con chocolate, no es como que vaya a suceder algo entre nosotros o que vuelva a pasar la misma vergüenza de hace unos días.

Me levanté a prisa de mi silla y me arreglé un poco el cabello, también retoqué mi maquillaje e incluso me apliqué otro poco más de perfume. Hoy me vestí tan casual, aunque tampoco es como que me gusté ir en trajes y tacones todo el tiempo. El jean y la blusa blanca me hacen ver más juvenil, como también amoldan cada curva de mi cuerpo, resaltando mis caderas y mi busto.

No tengo por qué arreglarme tanto, solo voy al taller a sacar el auto, no a un evento de modas. El mecánico puede estar muy bueno, pero no pasa de ahí.

***

Antes de bajarme del auto, me eché un corto vistazo por el espejo, pero el auto blanco que se encontraba frente al taller llamó mi atención. Amaro estaba en el interior del auto con ella, en una conversación bastante acalorada, porque la mujer no dejaba de mover las manos, como si estuviese haciéndole algún reclamo.

No sabía si bajar o no, pero él ya me había visto y, por ende, bajó con rapidez del auto blanco, para acercarse al mío mientras parecía tomar una bocanada de aire. La mujer bajó por igual, por lo que pude verla a detalle. Era muy bonita, delgada y de cabello negro muy largo, pero se veía muy furiosa.

—¡Te estoy hablando, Amaro! ¡No me dejes hablando sola, carajo! —pegó el grito, más no se detuvo.

—Estoy ocupado —me sonrió, olvidándose de la mujer que lo esperaba iracunda detrás suyo—. Buenas tardes, Brianna. El auto estaba en sus últimas, ya le hacía falta que le metieran mano. Arreglé los frenos porque estaban largos. Pero el problema principal estaba en el motor de arranque, el cual se quemó y no había más solución que cambiarlo. ¿Te gustaría ensayarlo para saber cómo quedó?

—No, yo confío en tu trabajo, Amaro. Realmente el auto no es mío, solo hice el favor de traerlo y ya —sonreí, deseando irme antes de que la pelinegra me arrancara los pelos con la mirada—. ¿Cuánto te debo por el servicio?

—Aquí tienes la factura —la sacó del interior del bolsillo de su overol y la recibí—. Las llantas de atrás están muy lisas, así que te sugiero que lo lleves al montallantas o se pueden quedar en los rines.

—De acuerdo.

Pagué el arreglo del auto y Amaro me entregó la llave, pero como venía sola, no podía llevarme ambos autos y tampoco sabía cómo iba a hacer. No puedo llevarme el de Anita y dejar el mío aquí o viceversa. ¿Por qué no pensé un poquito antes de venir y llamé a Anita o a uno de los guardaespaldas de Amir? Definitivamente hoy no fue mi mejor día.

—¿Algún problema? —inquirió Amaro.

—Que no sé cómo voy a llevarme ambos autos, está claro que no me puedo dividir en dos.

Soltó una risita divertida.

—Pero yo te puedo ayudar. Tú me guías el camino y yo llevo el escarabajo a donde tú me digas.

—No quiero...

—No me vayas a dejar aquí sola, Amaro —la mujer me interrumpió, dándome una mirada de pies a cabeza—. Estamos hablando de cosas muy importantes, como para que te vayas a la primera.

—Estoy trabajando, por si no te das cuenta. ¿Tú no deberías estar haciendo lo mismo, Katie?

—Pero ¿y a dónde dejas lo nuestro?

—Entre nosotros no existe nada. Ahora, por favor, déjame realizar mi trabajo —fue a cerrar el taller, bajo la insistencia de la mujer para que hablaran.

¿Será ella la madre de la pequeña que tiene en la foto de perfil? No debería importarme la vida del hombre, pero no sé por qué me alegra tanto saber que no tiene pareja ni parece ser que está comprometido, pero pienso en mí y todos los deseos quedan en mi mente. 

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