Inseguridades

Bruno parecía no comprender la gravedad de su enfermedad y siempre que podía la jusgaba  sobre los problemas que tenia a causa de su antiguo sobre peso y mucho más cuando estos problemas dañaban la relación, pensaba siempre en que dramatizaba todo a su conveniencia, que así podía manipularlo fácilmente.

Ese día estaban en su apartamento, habían llegado después de festejar su cuarto aniversario, se la habían pasado bien, entre comida Italiana, la preferida de su novia, pero ahora era el momento de ponerse más románticos, Bruno estaba de rodillas junto a la cama completamente desnudo, mirando a Mía suplicante.

—Al menos inténtalo. ¿SI? —Bruno le mostró las esposas—. Será divertido.

—No lo sé, no me gustan. —dijo mientras se tapaba con las sábanas blancas de la cama, se sentía insegura cuando Bruno quería hacer esa clase de cosas.

—Oh por favor mi amor. —Bruno se paró del piso y se inclinó sobre su cuerpo para empezar a besar su cuello lechoso, sin olvidarse por completo de las esposas que aún mantenía en la mano.

—Yo... no esto preparada para hacer... ese tipo de juegos. —Leves jadeos empezaron a salir de su pequeña boca, estaba excitada pero no precisamente por la idea de experimentar algo nuevo con Bruno. —¿Por qué no lo hacemos como siempre? —Musito, esperando que su novio aceptara.

Dallas la miró expectante, esperaba que le dijera que estaba jugando y que en realidad si quería que de una puta vez la amordazara a la cama, pero no. Se sentía frustrado cada vez que quería hacer algo como eso, algo divertido y fuera de lo común en la cama siempre recibía una negativa, y no lo negaba, le encantaba su lado tierno, reservado y tímido, pero en ocasiones deseaba que fuera mucho más ardiente y traviesa.

—Perdón... —Mía se disculpó y Bruno soltó un bufido, en ese momento solo tenía tres opciones, una era no insistir más, dejar a su novia en la habitación mientras él entraba al baño y se masturbaba con algún video porno que buscará en Internet, dos obligar a Mía hacer lo que él quería, se molestaría mucho, pero al final siempre lo perdonaba, era fácil o tres aceptar el sexo aburrido y sin chiste que ella quería.

Viendo todo con más perspectiva lo mejor era escoger la opción número tres, no tenía ánimos de seguir discutiendo.

—Lo lamento... yo tratare de...

—No, ya basta... no digas que vas a tratar o lo vas a intentar, no quiero más disculpas. —Se posicionó en medio de sus piernas, inclinándose hacia ella—. Me haces creer que tener sexo conmigo es un puto sacrificio. ¿Eso es?

—¿Qué? ¡No! —Mía lo miró con alarma, jamás había sido su intención que pensara eso—. Sabes cuanto te amo y todo lo que había por ti.

—¿Así? ¿Entonces por qué es tan difícil ponerte unas malditas esposas? ¿Por qué tienes miedo? Joder. —Estaba enojado—. Esto de verdad le estaba fastidiando.

—Perdón...

—Perdón, perdón... estoy cansado de tus disculpas si en verdad no lo sientes. —Se inclinó sobre la cama, separándose de ella.

—No me gustan ese tipo de cosas y lo sabes. —Quería que entendiera su postura, no era de esa clase de personas. Bruno bufo más fuerte.

—Ya deja de lado tus inseguridades, estoy cansado de tener que cargar con eso todo el tiempo. —Bruno se bajó de la cama y comenzó a vestirse, estaba cansado de todo. Siempre era lo mismo, todo siempre era a su manera, alegando que lo hacía por las miles inseguridades que tenía la rubia. Esto había sido la gota que derramó el vaso.

—¿A dónde vas? —Pregunto Mía al ver como tomaba las llaves del auto.

—Lo lamento, me voy a mi apartamento, dormiré allá...

—No, por favor no te vayas. —Mía lo abrazo por la espalda cuando se dio media vuelta, su voz era suplicante.

—Déjame por favor, ya basta, no lo tolero más. —Dallas alejo las manos que rodeaban su cintura y salió de la habitación dejando sola a Mía.

Ambos se sentía mal por la situación. Bruno quisiera que la necesidad que tenía por experimentar nuevas cosas no afectaran su relación y le dijera cosas feas a Mía por el enojo y Cohen se sentía frustrada consigo misma por todas las inseguridades con las cuales tenía que cargar. Esto definitivamente afectaba su relación.

Mía se puso de pie frente al espejo de su habitación, estaba desnuda, totalmente expuesta y empezó a llorar. Si bien ya no era aquella chica con sobre peso de su adolescencia, las estrías en su abdomen, piernas y glúteos le recordaban a cada instante su pasado. Esa era la principal razón por la que no quería experimentar cosas nuevas, tenía miedo a mostrarse como era, no quería sentirse expuesta. La falta de confianza en su relación se la debía a eso, quería, trataba de hacer lo que a Bruno le gustaba, pero la idea de que la viera tan compleja le aterraba.

Había acudido con terapeutas, la mayoría la habían ayudado mucho, aunque tampoco acudía seguido para ver un gran avance, culpaba a su apretada agenda de trabajo y los múltiples proyectos que tenía a diario. Al menos pudo crear un poco de seguridad en aquellas sesiones. Fue así que empezó a vestirse de una manera más juvenil, más acorde a su edad. Lo podía tolerar, ya que le gustaba como se veía y no implicaba mantenerse desnuda. Pero su temor seguía ahí. Era un chiste, como ella, la mujer más relevante y exitosa de ese año, podía tener inseguridades de ese tipo, no creía que fuera la única mujer, pero si le costaba admitir que tenía ese problema. Se abrazó así misma mientras se siguió contemplanse sobre el espejo, no pudo evitar sentir ese pequeño rencor y odio hacia ella misma. Estaba poniendo en riesgo su relación amorosa, no quería que eso hiciera que Bruno la dejara de querer porque no podía imaginarse la vida sin él, ni siquiera la coincidía y eso fue mucho más aterrador.

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