Enamorada

Bruno no mintio cuando dijo que su jefe estaría encantado con la asociación de las dos empresas, Mía estaba emocionada y de verdad creía que a partir de ese momento todo sería mucho mejor. No solo en la parte laborar, sino también en lo amoroso. Tenía que admitir que había puesto los ojos en el atractivo chico de piel broceada.

—Es un verdadero gusto hacer esta sociedad contigo. —Maylo era el dueño de Empire House, era un hombre de edad adulta con exquisito gusto por la moda, de ahí venía el afán de enlazar su compañía con la de Mía, pues tenía la idea que el buen gusto se tenía que apreciar desde todos lados.

Mía firmó el contrato y entrelazo su mano con la de Maylo para simbolizar el acuerdo.

—Estoy muy emocionada de trabajar con usted. —El hombre asintió dedicándole una sonrisa ancha.

—Por favor Bruno, acompaña a nuestra socia a la salida. —Estaba encantado de hacerlo. Bruno miró a Mía con sus ojos gatunos y asintió complacido.

Él y Mía no había tocado más el tema de la atracción que indiscutiblemente sentía entre ambos, al contrario de lo que la rubia pudiera parecer, como lo era una mujer fuerte, dominante, de carácter enigmático, en realida era todo lo contrario. Mía había creado bien la fachada de su empresa, el ser mujer ya era un problema en un mundo donde los hombres dominaban por su género, así que decido adoptar la imagen de una mujer fría y calculadora en frente de todo mundo, cuando en realidad era ni más ni menos que un turrón de azúcar, que a la menor provocación se desmoronaba por completo. Nadie sabía eso más que su mejor amiga, Miranda, y claro, su madre, la señora Cohen.

Su padre era un hombre respetable en el círculo donde se movía, él siempre quiso un hijo, un hombre al cual dejarle encargada la empresa, cuando Dios no le dio un varón se decepcionó demasiado y eso siempre fue como una cruz que Mía cargo en su espalda, siempre pidiendo mucho más de ella por ser mujer, ahora en ese momento, le hubiera gustado saber que pensaría su padre de verla hasta donde había llevado la empresa sin la ayuda de ningún hombre. Esa era la razón por la que no sabía exactamente como actuar cuando alguien como Bruno le atraía, Dallas creyó que esperar el momento adecuando para invitarla a salir sería lo mejor, teniendo en cuenta los rumores que la rodeaban, lo primero que imagino de su parte, fue una negativa, pero cuando Mía asintió totalmente sonrojada pensó que tal vez todo lo que se decía de ella no era exactamente la verdad.

Mía tenía que admitir que Bruno hacía mucho más que gustarle.

—¿Si? —Parpadeó unas cuantas veces, no creyó que de verdad hubiera escuchado bien y es que aparté de los rumores, Mía era una mujer hermosa y muy ocupada para tener tiempo para una tonta cita.

—Tengo una hora para comer, así que... —Miró el reloj de su muñeca, pero se quedó callada cuando noto la curiosa mirada de Bruno sobre ella. Por un momento se pregunto si era amor lo que sentían. ¿Qué decía? Apenas se conocían. Era una pensamientos tonto viniendo de ella. Esa idea la desecho de inmediato. No quería espantarlo con sus expectativas, definitivamente él no salir con nadie durante años le había afectado peligrosamente.

—Conozco un restaurante Italiano muy cerca de aquí. ¿Te gustaría ir a comer ahí? —Le encantaba la comida Italiana y más la forma en que se expresaba Bruno, definitivamente era el hombre de sus sueños.

Ambos salieron del edificio y se subieron al auto de Dallas para ir a comer al famoso restaurante.

Ese fue solo el comienzo de una bonita y duradera relación o eso creyó estar viviendo, hasta que todo se tornó extraño un año antes o tal vez Bruno siempre había actuado así y no lo noto, o el amor que sentía por él, la cegaba duramente, todo tenía sentido en ese momento. Bruno no dejo entre ver sus verdaderas intenciones, él se escondía bajo la fachada de hombre romántico, elegante y comprensivo que lo hacía ver como el hombre perfecto ante los ojos de Mía, la verdad era otra cuando ella no estaba y ahora actuaría así con ella también.

Bruno era un holgazán de primera, era el hijo menor de dos hermanos en una familia humilde de la ciudad, para él, el estatus que manejaba su familia no era bien vista. El ser de escasos recursos siempre fue un problema para él, por eso decidió vivir en la ciudad, lejos de todo lo que le recordará su antigua vida, le gustaba aparentar que tenía dinero, que era alguien con un buen apellido y que su familia era prestigiosa. Para Mía eso jamás fue importante, realmente le daba igual de donde viniera Bruno, que fuera o no de buen estatus económico le parecía irrelevante.

Paso por alto aquellas banderitas rojas que aparecieron al principio de la relación, como cuando él la invitaba a algún lugar y terminaba pagando ella, el hecho de que después de meses de noviazgo no hubiera conocido a sus suegros, alegando que siempre se encontraba de viaje, en como la manipulaba para pedirle dinero siempre que podía y en como el mismo tomo la decisión de irse a vivir al apartamento de Mía, sin consultarlo primer.

Cohen estaba más que encantada, cegada por completo por el amor que sentía por él. Incluso pasando por alto los despectivos comentarios que le hacía a su cuerpo, dejándole inseguridades mucho más grandes. En su etapa de adolescencia Mía había sido una chica con un poco de sobre peso, la ansiedad la consumía al no ser el hijo varón que tanto quizo su padre, así que se refugió mucho en la comida, después de años de luchar con esa enfermedad pudo por fin liberarse, poder llevar una vida más sana y por supuesto tomar la esbelta figura que hoy mantenía, solo había un pequeño detalle, las marcas de un pasado tormentoso se quedaron impregnadas en su cuerpo, las estrías, celulitis y un poco de flacidez era lo que escondía debajo de su ropa, llegaba a exagerar respecto a como se veía a sí misma, como fuera Mía era perfecta.

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