Capítulo 3: Me ha encontrado.

Por otro lado, mientras la joven acomoda sus compras, en un lugar completamente alejado, una mujer corre por las calles de la ciudad huyendo de alguien, se mete a un callejón, pensando que la han encontrado. 

su respiración se acelera y su cuerpo comienza a temblar. —No puede ser, me ha encontrado, Juan me ha encontrado, ¿serán hombres de Martí?

—¡Señorita Jenny! —llaman pronunciando su nombre con dificultad —, ¡Vengo de parte del señor Collins! —sus palabras la abruman. 

—¡¿No eres hombre de Martín Walton?! —pregunta la chica expectante.

—No señora, trabajo para el señor Collins.

—¿Y qué quiere él conmigo? 

—Unirla a los enemigos de Martín. 

La mujer frunce el ceño y sale del lugar lentamente y atenta a cualquier movimiento. 

—¿Enemigos de Martín? —inquiere y el hombre asiente en respuesta. —¿Qué debo hacer?  

—Primero que todo, cambiar su aspecto, volver a ser la mujer hermosa que eras. 

La mujer se mira a sí misma, y se lleva las manos a su rostro. 

—Ya no tengo oportunidad para eso —dice entre lágrimas. 

—Aun la tiene, el señor le explicara qué debe hacer. 

Llenándose de ilusión, sale detrás del hombre, en busca de una nueva oportunidad. 

—Gracias. 

—No me agradezcas a mi, si no, al jefe. 

La mujer completamente avergonzada sube al auto con vacilación, y el hombre sube al asiento del copiloto, el olor que se percibe inunda todo el interior, sin poder creer que esta mujer sea la fuente de eso, bajan las ventanas tanto el chofer como el hombre que le dio paso para que subiera. 

—Irás a un hotel, dentro encontrarás una maleta con ropas limpias, le hemos conseguido de diferentes tallas por que no sabemos exactamente cuál es, su vuelo partirá mañana, allí la estará esperando una mujer.

—¿Vuelo? —pregunta sorprendida. —¿A dónde?

—Irás a la ciudad de New York, y te harás un cambio físico, entraras a la ciudad de nuevo en cuanto esté lista, como Yuma Hill, para presentarse como una asistente para Martín Walton, el jefe se comunicara con usted cada cierto tiempo, y tendrá que contestar a todas sus llamadas. 

—Ok. 

—¿Podrá hacerlo señorita Jenn? 

La mujer suelta un suspiro y recuerda todo lo que pasó por culpa de Martín y asiente. —Si, puedo hacerlo —contesta, pero algo dentro de ella surge y enseguida pregunta: —¿Por qué solo en contra de Martín y no también de Meylin?

—Ni a la señorita Meylin, ni a sus hijos, se le permitirá tocarlos, el jefe le explicara el por que o lo que debe saber. 

—Vaya —murmura sorprendida. —Está bien. 

El hombre mira por encima de su hombro y asiente en respuesta. 

Al día siguiente, como había dicho Gael, estaba temprano en la mañana esperando a la joven. Se encontraba sentado en la mesa con una taza de café y sus piernas cruzadas bebiendo con tranquilidad. 

Amber, baja las escaleras y entra a la cocina aún no había visto al joven y se acerca a la canasta de las frutas, dándole un mordisco enseguida y queda paralizada en el lugar al ver a su escolta mirándola con burla. 

—Señorita Walton, su auto ya está en el estacionamiento —dice otro hombre que acababa de entrar.

—Gracias Richard —mastica ligero y agradece.

—Mi niña come algo, aun es temprano. 

—Si Agata, tomaré esto —dijo sacando un vaso de jugo de naranja. 

—¿Quieres que te prepare algo? 

—No puedo, si me siento llegaré tarde. 

Amber se bebe el vaso de jugo y se despide con un beso en la mejilla de Ágata, eso cautivo al hombre, nunca habría pensado que una chica como ella, le daría un beso a una mujer del servicio. 

Ignorando a Gael, sale de la cocina. —Adios, mi niña que te vaya muy bien. 

—Adios Agata, gracias —exclama, saliendo en dirección al aparcamiento. 

—¿No vienes conmigo? —le pregunta el joven, y la chica se detiene en seco. 

—Hmm, ¿puedo manejar hoy? 

—Si promete traerme de vuelta con vida.

Al escucharlo la niña rueda sus ojos y gruñe enojada, unos cuantos minutos después, Gael, se encuentra sentado en el asiento del copiloto. Al llegar a la sede de la universidad, como era de esperarse, todos comenzaron a hablar sobre el hombre con quien había llegado, la primera vez él no había bajado del auto y por eso nadie sabía de su existencia hasta hoy, que vino como el copiloto de la señorita Walton.

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