Una rivalidad silenciosa.
Lástima, que no siempre sale todo como uno quiere…
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Irene no comió mucho, Alan hizo todo lo posible por relajar el ambiente, comenzaron a conversar y, paso el tiempo nuevamente. Sus atenciones y miradas eran solo para ella, sus sonrisas y guiños también.
No era un restaurante cinco estrellas como acostumbraba, pero a él no le importó. Llegaron a casa, y, Alan apenas cerró la puerta, se abalanzó sobre ella, la recargó en la pared, y comenzó a comérsela a besos. Irene pronto perdió la respiración, y comenzó a jadear con él.
Sus miradas se cruzaban a cada momento y su aliento se entrelazaba. Alan era el hombre que amaba, y se aseguraría de tenerlo para siempre. No quería sonar egoísta y posesiva, sin embargo estaba segura en alguna parte de su corazón, que ella ya era algo para él.
No le interesaba nada más, solamente lo tenía a él y al abuelo, ya no tenía más que pensar. Lo abrazó con fuerza y se aferró a él, todas las veces que se le antojó.
Al día siguiente, el dolor en el cue