Houston, año 2015.
Era una mañana de lunes muy brillante, augurio de un día cálido y soleado. Isabella estaba revisando de nuevo su portafolios, haciendo un inventario mental de las cosas que debía llevar, nada podía faltarle. Era su primer día de trabajo en Grant Technology; le costó varias entrevistas, recomendaciones y sus mejores notas el conseguir ese puesto, todo debía ser perfecto.
Llevaba uno de sus mejores vestidos, no era de diseñador o alguna marca reconocida, pero estaba impecablemente limpio y planchado, confeccionado en una bonita tela color azul imperial, se ajustaba a su medida realzando sus curvas y haciéndola lucir un poco mayor de lo que en realidad era. Ella tenía veintidós años y sus facciones hermosas y delicadas siempre la hacían parecer más joven de lo que era.
A veces, eso le gustaba, pero ahora quería verse profesional, necesitaba dar una buena primera impresión, especialmente a su nuevo jefe, quien tenía fama de ser implacable. Se trataba del hijo mayor de la familia Grant, el heredero de la empresa, un alfa arrogante y engreído que veía a todos los demás como inferiores y ya había despedido a tres asistentes en medio año. Nadie lograba cumplir con sus altos estándares.
Isabella se había prometido a sí misma que ella sería la excepción, trabajaría muy duro porque esa era la mejor oportunidad de su vida, ella ni siquiera se había graduado todavía, estaba buscando desesperadamente dónde hacer su pasantía, cuando su prima Regina le contó que había una vacante en la empresa donde ella trabajaba de recepcionista; nadie dentro de la compañía quería ser reasignado a ese cargo, así que estaban buscando a alguien externo, y ella encajaba casi por completo en el perfil.
La única pieza faltante, era precisamente el diploma; para ser asistente del Gerente de Operaciones de la empresa de tecnología más importante del país, se requería alguien con experiencia y ella no la tenía, aunque se consideraba a sí misma una persona muy disciplinada, eficiente y organizada, no le tenía miedo a ese reto. El salario era una maravilla, el triple de lo que ganaría en cualquier otro lugar, y si le iba bien, podría aspirar a ser directora de algún departamento dentro de algunos años.
Ese trabajo era un boleto dorado hacia un buen desarrollo profesional y ella se aferró a la ínfima posibilidad de ser seleccionada. Afortunadamente, el jefe de su madre era amigo cercano de la familia Grant y accedió a recomendarla, esa fue su ventaja sobre las otras aspirantes, por eso, estaba a minutos de comenzar con su trabajo soñado.
Ningún alfa gritón y arrogante la alejaría de su camino, un niñito mimado que no sabía lo que era el trabajo duro, no le iba a decir que ella era una inepta, no señor, si de algo le había servido la educación tan disciplinada que le dio su madre, era precisamente para ser la mejor en todo.
—¡Bella! ¿Estás lista? ¡Ya me voy! —exclamó Regina desde la puerta de su casa. Era momento de salir.
—¡Sí, voy corriendo!
—¡Pero qué bonita estás! ¿Vas a trabajar o a conseguir novio?
—Cállate, Gina, una pareja es lo último en mi lista de prioridades, hay demasiado que quiero conseguir primero.
—Qué bueno, porque dudo mucho que el señor Grant te deje siquiera respirar, ese alfa es un adicto al trabajo.
—Está bien por mí, las horas extra las pagan bien.
Regina se rio de su prima y la abrazó, la pobre no tenía ni la menor idea de lo que le esperaba, el señor Grant no era el niño mimado que ella pensaba, era un hombre muy exigente porque él era excelente en todo y era difícil que los demás le siguieran el ritmo. Estaba cruzando los dedos para que la sabelotodo y obsesiva que era Bella, le diera la talla al trabajo.
Las dos chicas se adentraron al auto pequeñito y viejo de Regina, que se sentía como una limusina para ellas, no tener que ir en autobús o metro en plena hora pico era el mayor de los lujos que podían darse dos omegas de clase baja como ellas. Estaban juntas desde los pañales, fueron criadas por cuatro madres solteras que formaron una extraña familia para apoyarse mutuamente.
La madre de Isabella, Teresa, era una omega de origen inglés, con ascendencia china, que llegó a Estados Unidos estando embarazada de ella y que salió adelante gracias al apoyo de sus primas Nhora y Layla, quienes, por cosas de la vida, también se encontraban solas con sus hijos Logan y Regina. Las tres mujeres trabajaron duro y se ayudaron en los cuidados de los niños para asegurarse de que nunca les faltara nada. A pesar de vivir en un barrio humilde y llevar una vida muy sencilla, ellos tuvieron todo lo necesario y les sobró amor.
El cuarto eslabón de esa cadena era la señora Gray, una viuda que tuvo a su única hija a una edad avanzada y quién hacía las veces de madre de todos ellos, ella fue la base sólida que los mantuvo firmes y en pie a pesar de las muchas dificultades que afrontaron a lo largo de los años. Su linda hija Katherine terminó convirtiéndose en la pareja de Logan, el único hombre en ese particular grupo. Fue un amor de esos bonitos que nacen en la infancia y se va alimentando de momentos a través de los años.
La muerte de la señora Gray fue el golpe más duro que afrontaron como familia, ocurrió dos años atrás y de manera repentina, dejándolos sumergidos en un estado de desamparo, aunque ya todos fueran mayores de edad. Desde ese momento, Katherine se mudó a vivir con Isabella y Teresa, mientras que los hermanos Smith compartían la casa vecina. Tal vez lo único bueno de esos barrios periféricos y olvidados por el gobierno, era la unión entre los vecinos y el ambiente familiar que se vivía. Todos enfrentaban circunstancias similares, así que se apoyaban unos a otros en todo lo que podían.
Llegar al enorme y moderno edificio de Grant Technology envío un estremecimiento por todo el cuerpo de Isabella, su vida iba a cambiar a partir de ese día, aunque ella todavía no podía ni imaginarse la magnitud real de ese pensamiento.
Tras el registro de rutina, fue dirigida al que sería su puesto de trabajo, un enorme escritorio angular rodeado de archivadores. En un primer momento no entendió por qué necesitaría tres computadores diferentes solo para ella, pero tras la explicación de sus labores, pensó que incluso podría no ser suficiente. ¡Por la Luna! Tenía que ocuparse de muchas más cosas de las que esperaba.
La peor parte era que ella no tenía a su predecesora para que le explicara en detalle su trabajo, tampoco alguna guía preexistente, la persona encargada de Recursos Humanos que le estaba dando indicaciones, simplemente le decía lo que "se suponía" eran las funciones de la anterior asistente, pero ella debía hablarlo directamente con el señor Grant.
Lo único útil que Isabella encontró en su escritorio fue el directorio telefónico y la agenda del señor Grant, así que se dedicó a estudiarla y memorizarla en los pocos minutos que tenía antes de que él llegara. Los nervios empezaban a consumirla, siempre tuvo confianza en sí misma, sabía que era una chica lista, pero ahora no estaba tan segura de poder cumplir con las expectativas de ese cargo, ella no iba a ser una secretaria normal, era demasiado lo que debía hacerse en ese cargo y mucho más lo que se esperaba de ella.
Su cerebro sufrió un pequeño corto circuito cuando las puertas del elevador se abrieron y de este salieron dos hombres enormes y terriblemente apuestos. Vaya, ella siempre pensó que su primo Logan era el alfa más guapo de la ciudad, pero ahora no estaba tan segura, esos dos hombres altos, con cuerpos fornidos y bien construidos, con rostros esculpidos por los dioses y esa aura poderosa, le hicieron abrir la boca sorprendida. Especialmente el más alto de los dos.
Él traía el ceño ligeramente fruncido en una expresión de concentración más que de enojo y su cabello castaño oscuro peinado a los lados de manera casual, acentuando sus perfectos y masculinos rasgos. Su rostro era cosa de otro mundo, perfecto era la única palabra que saltaba en su mente al observarlo, él tenía grandes ojos oscuros y almendrados, repletos de pestañas espesas y ligeramente rizadas que le daban profundidad a su mirada, la nariz recta y labios carnosos, la línea de su mandíbula cuadrada se marcaba como la de los actores famosos y ella tuvo que tragar saliva porque se sentía un poco abrumada de solo verlo.
Ni hablar de ese lujoso traje azul marino, era obvio que había sido confeccionado a la medida porque se ajustaba a su enorme cuerpo, podían notarse un poco los musculosos brazos que seguramente se escondían bajo la tela, junto con los hombros anchos y cuadrados. Oh, se le hacía agua la boca de solo verlo.
El otro hombre era un poco más bajo, de cabello negro, barbilla definida y afilada, ojos más pequeños y expresión amable, se veía guapísimo también, aunque un poco más delgado y joven; entonces, su cerebro volvió a funcionar asumiendo que ellos eran los dos señores Grant, los hijos del dueño de la compañía, uno de ellos era su jefe y por descarte debía ser el más alto, el mayor.
Isabella se puso de pie con rapidez, acomodó disimuladamente su vestido y se paró muy firme junto a su escritorio para saludar, pero fue completamente ignorada, los hombres iban discutiendo y ninguno de los dos le prestó la menor atención, ella apenas pudo sentir la estela de sus masculinos y atrapantes aromas cuando pasaron.
—No, Joseph, la producción no puede esperar para modificaciones tan pequeñas, habla con Isaac, la campaña debe estar lista la próxima semana...
Eso fue todo lo que alcanzó a escuchar antes de que se cerrara la puerta de la oficina dejándola sola nuevamente y con más dudas que respuestas.
Bien, haciendo a un lado lo que esa voz grave y profunda le había hecho a sus nervios, Isabella podía sacar algunas conclusiones. Primero, efectivamente ese adonis era su jefe; segundo, el otro chico guapo era el joven Joseph, el hermano del medio de la familia Grant y, según le informó Regina, trabajaba en el área de mercadeo. Tercero, había una producción lista para salir y la campaña de publicidad la llevaba la empresa en la que trabajaba su madre. Eso podía serle útil.
Revisó profundamente en la agenda encontrando reuniones con nombres aún desconocidos para ella, por lo cual, tomó el directorio y abrió la página corporativa, rápidamente imprimió un organigrama y organizó su propio directorio con fotos y reseñas de las personas que tenían contacto directo con su jefe, debía aprenderse sus nombres y la implicación de cada uno en el trabajo del señor Grant cuanto antes.
Luego, buscó archivos que le dieran alguna luz sobre la producción en puertas, sabía de memoria la información disponible en la página web sobre los productos de la empresa, pero obviamente no tenía ni idea del producto más próximo a lanzarse. No encontró nada que le ayudara, hizo una nota mental para organizar los archivadores con su propio método después. Lo único bueno fue que en su búsqueda encontró una pequeña libreta, con anotaciones en una letra no muy clara, donde había un listado de las comidas de su jefe, y algunas notas al margen sobre detalles de gustos y disgustos respecto a los platillos.
Subrayado con resaltador amarillo estaba en letras grandes un "NO OLVIDAR EL CAFÉ". Rayos, era un poco tarde para ese dato, aunque su jefe acababa de llegar, tal vez cuando su hermano saliera de la oficina le pediría el café que no tenía. Corrió a buscar a su compañera más cercana, que era una bonita rubia de nombre Eleanor, para preguntarle a dónde solían pedir el dichoso café.
Su compañera la miró con algo que Isabella interpretó como compasión y luego le dijo con voz muy amable: —Debes prepararlo tú misma, Isabella, al señor Grant no le gusta nada de la cafetería, sus comidas las prepara un chef solo para él, y el café lo debe hacer su asistente porque le gusta tomarlo recién hecho, sé que pide dos en el día y que Karla nunca pudo complacerlo, aunque fuera solo un americano. Te ayudaría a prepararlo, pero el señor Grant padre ya me asignó una tarea. Lo siento. —Tranquila, ya me ayudaste mucho, saber que quiere un americano facilita mucho las cosas, lo prepararé de inmediato. Internamente, Isabella agradeció todos los regaños de su madre que siempre decía que el té y el café eran un arte, al ser secretaria durante toda su vida, ella también debía complacer a un exigente jefe y le había enseñado muchas recetas de deliciosos cafés. Podría lucirse con un espectacular cappuccino, pero no tenía tiempo, así que le prepararía el mejor americano que el señor Gran
Con el paso de los días, Alexander se encontraba en un dilema, por primera vez en su vida. Siempre fue un hombre controlado y decidido, si quería algo, lo obtenía, punto, no había tintas medias ni vacilaciones.Esa fue la manera en la que lo criaron, desde que puede recordar, ha tenido lo que ha deseado sin falta, su madre siempre lo mimó demasiado, recordándole que él sería el heredero de la familia y, al mismo tiempo, dándole esa enorme responsabilidad de llenar todas las expectativas de sus padres y la sociedad.Él se esforzó por hacerlo, obtuvo buenas notas en sus estudios, excelente desempeño en deportes, demostró ser un líder nato y fue sobresaliente en cada aspecto de su vida, hasta llegar a ese momento. Era un excelente ejemplar de alfa y el orgullo de sus padres.Tres años atrás, se graduó de la universidad y su padre le confío la gerencia de operaciones, el área más importante de la compañía, él era el encargado de garantizar que los productos cumplieran con los estándares i
Sí, todo iba de maravilla hasta ese día, Alexander recibió una llamada de Isabella muy temprano en la mañana informándole que no podría ir a trabajar porque su madre había tenido un accidente y debía llevarla al hospital, su primer pensamiento egoísta fue que no la vería y no tendría quién cumpliera con sus funciones, y eso le molestó; luego reaccionó como alguien normal y lamentó la situación ofreciéndose a ayudarla.Isabella rechazó su ayuda y se disculpó diciendo que iría en cuanto pudiera. Sobra decir que Alexander llegó de muy mal humor a la oficina, solo para ser recibido por el vacío en ese escritorio que golpeó su pecho con más fuerza de la esperada, diablos, se había apegado más de lo que creía. El pésimo café de Eleanor solo empeoró las cosas y el hecho de que nadie pudiera suplir ni la mitad del trabajo de su asistente lo tenía al borde de una crisis de nervios.Para cuando llegó el almuerzo, su vida iba cuesta abajo y Alexander no pudo ni siquiera probar un bocado, así que
Al siguiente día, Isabella estaba sumamente nerviosa, luego de que se le pasara la emoción del momento, mientras acompañaba a su madre en el hospital y en el regreso a casa, pudo pensar con la cabeza fría y darse cuenta del error tan grande que estaba a punto de cometer. Por eso, había llegado más temprano esa mañana, en parte, para adelantar sus pendientes del día anterior, pero también para tener el tiempo suficiente de calmarse. Sus manos temblaban mientras preparaba el café, la ansiedad se la iba a comer viva, debía aclarar las cosas con el señor Grant y detener ese desastre antes de que empezara.Como bien le supo decir su primo Logan en el extenso discurso que le dio al llegar a casa, nada bueno salía de relacionarse con alguien de otra clase social, mucho menos si la diferencia era tan abismal como entre ellos dos. Su madre y sus tías era un ejemplo claro de eso. Teresa nunca le había hablado de su padre, ella no sabía quién era el hombre que contribuyó a su existencia; cuando
El juego del gato y el ratón comenzó ese día y se extendió por más de un mes.Isabella continuó con su rutina, pero cada vez tenía más responsabilidades. No se quejaba, le encantaba aprender y la experiencia que estaba ganando sería vital para su futuro, pero con la partida del joven Joseph, ella era la mano derecha de su jefe y ahora se encargaba de transmitir todas las órdenes al área comercial y casi que elaboraba por completo los lineamientos para las estrategias de distribución, lo cual la obligaba a pasar al menos doce horas al día con su jefe.Su vida giraba por completo alrededor de Alexander y cada vez era más difícil escapar de él y sus detalles. Él había tomado la mala costumbre de enviarle flores y regalos. Cada día, a las ocho en punto de la mañana, llegaba un nuevo ramo de flores para ella, la tarjeta siempre estaba en blanco, pero ella sabía perfectamente que eran de parte de Alexander, lo comprobó el primer día cuando su jefe vio las flores sobre su escritorio y sonrió
A partir de ese día todo fue mejor de lo que esperaba, Alexander se reía de sus cambios formal e informal al hablarle, pero lo estaba llevando bien. Las flores nunca dejaron de llegar, tampoco los regalos, aunque se volvieron más sencillos por petición suya. Los almuerzos continuaban solo que ahora incluían largos besos como postre e incluso habían salido a algunas citas.Ese fue el comienzo definitivo de la historia entre los dos, el juego de la conquista terminó y la chica dejó de intentar escapar de su destino, de hecho, las mejillas de Isabella sufrían de un grave caso de dolor crónico, sus días habían cambiado por completo y ahora no podía dejar de sonreír. La maravillosa rutina que se había instaurado entre ella y Alexander la mantenía flotando en una nube rosada de algodón de azúcar de la que esperaba no tener que bajar jamás.Su novio había demostrado ser incluso mejor que en todas sus fantasías, desde el momento en el que hicieron oficial lo que sucedía entre ellos, al menos
En los días siguientes, Isabella se tomó el tiempo de ir donde la diseñadora y escoger su vestido, había tantas opciones hermosas que la tarea de decidirse por uno solo fue muy difícil; finalmente escogió un vestido de color borgoña con corte trompeta que acentuaba de maravilla su figura y resaltaba su piel tan blanca y sus ojos azules; tenía un bonito escote en forma de corazón, pero estaba cubierto por un plisado en gasa que caía sobre sus hombros haciéndola lucir más elegante y sofisticada. Terminaba en un escote pronunciado hasta media espalda y creaba un cinturón de canutillos y brillantes sutiles que no se veían recargados pero sí le agregaban un brillo exquisito con el movimiento. De verdad parecía una princesa salida de un cuento de hadas.Su autoestima tuvo una buena sesión de terapia con el espejo, se sentía realmente hermosa, no tenía nada que envidiarles a las mujeres de la alta sociedad que asistirían esa noche, se veía glamurosa, de la manera en que quería que Alexander
Cuando Alexander e Isabella terminaron de bailar, Rita se acercó a ellos con la excusa de llevarse a su hijo para bailar con ella y aprovechó para examinar detalladamente a la rubia, era bonita, no lo iba a negar, pero eso no bastaba para ella, ese vestido costoso era algo que una simple secretaria no podía pagar con su salario, seguramente ella era una de esas mujerzuelas que se acostaban con hombres ricos a cambio de regalos y dinero, detestaba a las de su clase.Le lanzó su mirada más despectiva y arrastró a Alexander al otro lado del salón, algunos saludos lo ocuparían durante un buen tiempo.—No le hagas caso, Isabella, es una bruja. —La consoló Juliet.—Es tu madre.—Por eso lo digo, la conozco muy bien, ella se quedó en el milenio pasado, es de esas personas que creen que el apellido y el linaje lo son todo, incluso desprecia a quienes son millonarios pero no vienen de una familia prestigiosa, es ridículo y arcaico, pero así es ella. No te lo tomes personal.—¿Su familia es muy