La oscuridad cubría la hacienda, a Miguel se le hizo extraño ver todo en tinieblas. Estacionó el jeep en la entrada principal por pedido de Mariana.
—Es mi imaginación o vos andas misteriosa. ¿Ocurre algo? —preguntó Miguel acariciándole el rostro.
—Son ideas tuyas Miguel —afirmó la señora—. Mejor entremos.
Caminaron tomados del brazo de pronto las lámparas se encendieron y los invitados gritaron: ¡SORPRESA! Todos tomaron desprevenidos a Miguel, quién desde el día que falleció su esposa, no volvió a festejar su cumpleaños.
Desde aquella vez sus ilusiones, sus ganas de vivir, se esfumaron, se convirtió en un eterno solitario, pensó que ya nunca iba a volver a enamorarse, pero la vida le estaba brindando otra oportunidad.
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