-3-

Jasper

Iba a conseguir a esa mujer, soy bastante cabezota cuando me propongo algo y no me detengo hasta haberlo conseguido. Esa mujer iba a ser mía.

Tuve un día agotador, recolectar el dinero en los distintos comercios que protegía era aburrido, y pensar en esa zorra sólo agriaba más mi humor. Terminé en el burdel de siempre, hice un trío interesante, con una mulata y una pelirroja, saciándome a más no poder, y cuando salí del lugar estaba listo para enfrentarme a todo.

Sonreí en cuanto entré en el bar de Chuck y la vi a ella en la barra, sirviendo tragos. Eso me divirtió demasiado, y en vez de dirigirme a mi mesa de siempre me senté en la barra, frente a ella. Fue su padre el que me sirvió, porque ella me ignoró.

- Debe perdonar a mi hija – suplicó Chuck – ha salido a su madre...

- No te mentiré, Chucky – era así como solía llamarle – tu hija tiene algo que deseo – tragó saliva, al darse cuenta de lo que eso significaba. Nunca he sido de los que se andan por las ramas – si me das una noche con ella me olvidaré de la deuda que tienes conmigo.

- Mi hija no es una puta – fue lo que dijo. Era una buena respuesta. Tampoco esperaba que él aceptase, así como así.

- He oído que hiciste negocios con Mcland – volvió a tragar duro, dándose cuenta de que lo había pillado. Estaba dispuesto a usar cualquier baza para conseguir lo que ansiaba – Lo entiendo, necesitabas conseguir la pasta para tus vicios. Pero mi lealtad no es algo que pueda comprarse con dinero. ¿Qué fue lo que te pidió esa sucia rata a cambio de la pasta, Chucky?

- La otra mitad del bar – ensanché la sonrisa, al darme cuenta de lo que eso significaba.

- Así que... ahora mismo estás trabajando en el bar de otras personas – bajó la mirada, avergonzado - ¿Sabes qué ocurre, Chucky? Le has cedido parte del negocio dónde escondo mis armas a un tipo que no le gusta compartir – él entendió mi punto de verlo en seguida – no me extrañaría que viniese una noche a recuperar su activo, porque te aseguro una cosa, Chucky... la buena fe no es algo que caracterice a Jacob Mcland. ¿Acaso crees que él te dejará quedarte a trabajar en un bar que no te pertenece? No es como yo, ni por asomo. Él no dudará en ponerte de patitas en la calle, de tu propia casa o negocio. Así que ... ¿no deberías pagar tu deuda con la única persona que puede salvarte el pellejo en este momento?

- Victoria – la llamó él, mientras yo sonreía. Parecía que había dado con la tecla de conseguir a esa zorra. Sonreí al verla cada vez más molesta con lo que su padre le decía entre cuchicheos, hasta el punto en el que abrió la boca, horrorizada, y negó una y otra vez, sin poder aceptar las decisiones de su padre.

- ¡No soy una puta! – espetó, quitándose el delantal, indicándole a su padre que iba a marcharse - ¡No voy a pasar una noche con ese degenerado asqueroso! – sonreí, divertido, terminando de tomarme el trago, para luego seguirla. Subí las escaleras hasta la planta de arriba, y la detuve antes de que hubiese subido a su habitación, cerca de los baños de hombres – Eres un hijo de puta – sonreí. Esa fierecilla salvaje... tan sólo quería domarla, enseñarle modales y volverla mansa como una potrilla.

- Tu padre está en peligro – le dije, haciéndome el inocente. Me estudió con la mirada, mientras yo acortaba distancias entre ambos – ni siquiera sabe dónde se ha metido, pedirme dinero a mí es una cosa, pedírselo a Mcland... es un suicidio – tragó saliva, empezando a entender la gravedad de la situación – lo protegeré y me olvidaré de la deuda que tiene conmigo si accedes – Levantó la vista para observarme, tremendamente desubicada, sin saber qué decir.

- Lo que quieres de mí... - acaricié su mejilla, alterándola. Yo me mantuve en silencio, impasible - ... ¿es sexo?

- Sumisión – contesté. Me miró, sin comprender – harás lo que yo te diga que hagas, y tendré tu voluntad durante toda la noche – tragó saliva, sin saber qué decir.

- ¿Y si decido que no?

- Es tu decisión, por supuesto – me acerqué lo suficiente para intimidarla, mirando hacia esos perfectos labios rosados que me moría por besar.

- Todo esto... no me lo creo – la miré, sin comprender – estoy segura de que te estás tirando un farol – rompí a reír, porque todo aquello me parecía de risa.

- ¿Estás dispuesta a arriesgar la vida de tu padre para proteger tu integridad, Victoria?

- Voy a arriesgarme, Jasper – sonreí, porque me encantaba que me llamase por mi nombre.

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