5. ENCUENTRO

 Se detienen en seco y la miran preocupados. No es la primera vez que los rechazan por el aspecto de su linda y pequeña hija.

—Sí, es nuestra pequeña hija. 

—Felicidades, es muy hermosa.

—Muchas gracias, señora —responden y respiran aliviados al ver como ella en verdad  la elogió y le sonríe con cariño a Gil.

—Acabamos de llegar a la ciudad—explica la madre, que también se apresta para ayudar a la amable señora. —Estamos buscando donde vivir y trabajar.

—Pues se han puesto de suerte, estoy abriendo una nueva dulcería y me vendría bien que trabajaran para mí —ofrece enseguida trabajo. —Estoy en busca de nuevos trabajadores, podría incluso alquilarles un pequeño apartamentico detrás de la dulcería, pero se los advierto, está muy descuidado, tendrían que arreglarlo.

—¡Oh, señora muchas gracias, muchas gracias! — exclaman enseguida los dos inclinándose delante de ella sin poder creer que hayan tenido tanta suerte. —No importa, le aseguramos que lo arreglaremos sin problemas. Aceptamos su oferta.

 Ambos sonríen eufóricos en lo que siguen a la regordeta señora que ha comenzado a caminar mientras habla sin parar, en lo que  sonríe al ver como Gil salta a su lado feliz. 

—Para empezar, el salario no será mucho —dice y ellos se miran y ella se apura a aclarar—, pero no les cobraré renta. Tampoco podré pagar por los arreglos del apartamento. Si aceptan el trato, estaré encantada de contratarlos.

—Sí señora, aceptamos. Muchas gracias, muchas gracias, nos íbamos ahora a poner a buscar uno.

 —Mi nombre es Rita.

—Yo soy Serafín, y ella es mi esposa Nara y nuestra hija Gil —se presenta agradecido el hombre.

—Pues ya está dicho todo. Vengan, acompáñenme. Fue una suerte que los encontrara. Serafín, coge tú las cajas que son más pesadas, tú Nara toma los ramos de flores y síganme, está al final de la calle. Gil preciosa, tú solo acompáñanos, eres la niña más linda que he visto por aquí.

—Gracias señora.

  Caminan con las manos cargadas, hasta llegar a una gran casa. La señora Rita  los hace dar la vuelta para entrar por detrás. Dejan todas las cosas y salen para esperarla, porque ella está hablando con alguien haciendo entrega de la mercancía que llevaron. Se abrazan felices sintiendo que todo puede irles bien en este lugar hasta esperar que la niña cumpla sus dieciséis años, y al fin vuelvan a ser quienes son en realidad. Observan cómo su niña está agachada a su lado.

 Gil ajena a todo, juega entretenida con una ramita, cuando siente que alguien la observa, pero no ve a nadie. La señora Rita al fin aparece y toman un taxi hasta llegar a la dulcería. 

—Esta es mi dulcería, como pueden ver la acabo de abrir, yo vivía antes en otra ciudad y tenía allá una, ahora me decidí por hacer otra acá. No quiero que sea muy grande, y con ustedes me será más que suficiente si les gusta el apartamento y trabajar conmigo. Vamos para que lo vean.

 En verdad el apartamento no es tan pequeño. Posee dos habitaciones amplias, un salón, la cocina y el baño. Con un pequeño patio detrás que colinda con el bosque más allá. Serafín enseguida se pone a recoger todo lo que hay tirado, mientras Nara se enfrasca en arreglar la cocina. Se pone feliz al ver que posee prácticamente todos los utensilios que se utilizan en una casa. Están muy contentos.

— Serafín, Nara  —los llama Rita, salen a su encuentro.

—Diga, señora Rita.

—Vamos a mi casa es allí, aquella del frente. Quiero darles unas cuantas cosas que van a necesitar.

 Ellos la siguen asombrados de lo sociable y agradable que es la mujer, y como sin pedirles nada, los ayuda como si fueran familia. Por algún motivo no sienten recelo de ella, se nota que es su naturaleza. Se miran a cada rato felices pensando que algún Dios debe estarles ayudando al fin.

—No tiene por qué molestarse tanto por nosotros, señora. Somos gentes humildes, y le agradecemos esto que hace. Podemos arreglarnos con lo que trajimos —dice Serafín. 

—No señor, tienen una niña pequeña, necesitan sábanas, toallas y otras cosas. Yo tengo demasiado de todo eso. Así que sin protestar, síganme. Yo vivo sola en mi casa, mi esposo murió hace unos años. Mi hija no regresó del extranjero, se casó por allá—sigue contando la señora Rita, mientras se adentra en su enorme casa— como ven, a mí se me sobra de todo eso, sé que les puede resultar extraño que los trate así, pero es que su niña me recuerda a mi nieta, es rubia y de la misma edad de ella.

 Ellos entonces comprenden y no dicen ni se niegan a nada más, reciben todo lo que les va dando en grandes cantidades agradeciendo el gesto. Ella ríe feliz con las cosas que le pregunta Gil que revolotea alrededor de ella llenándola de preguntas que responde feliz, mientras los llena de muchas cosas.

—También Nara, ven acá —la llama y se la lleva pasillo adentro. —En esta habitación tengo mucha ropa de cuando mi hija era niña, mira ver cuál le sirve a Gil y tómala toda. Te ayudaré a ponerla en la escuela.

—Muchas gracias, señora. No sabe la enorme ayuda que nos está dando, le estaremos eternamente agradecida, y no tiene que pagarnos. Trabajaremos todas las horas que necesite para ayudarle en la dulcería, si me enseña aprenderé y la ayudaré.

—Gracias hija, hoy mismo me preguntaba qué hacía tan sola aquí. Dios me los debe haber mandado, rompió mi carro justo frente a ustedes. Mi hija quiere que me vaya con ella, pero fui una vez y no me gustó y regresé, ahora al verlos con Gil sin tener a dónde ir, me dije. Rita, ésta es la familia que andabas buscando.

—Lo seremos señora, no la abandonaremos nunca.

  Se llevan todo lo que les da la señora Rita que es mucho. No tendrán necesidad de muchas cosas en largo tiempo. Se adaptan rápido a la nueva vida. Gil usa ahora lentes azules que la hacen ver diferente, pero le gusta, ya que las personas no la miran extrañados. La señora Rita la hace decirle abuela y la trata como tal, vive regalándole cosas y la saca con ella a todas partes. Ella en verdad la siente como tal.

 Nara y Serafín son los que prácticamente llevan el negocio, sobre todo Serafín que es muy bueno organizando las cosas, la dirige y orienta en todo. Ella es realmente feliz, hasta les ha pedido que se muden para la gran casa, pero ellos prefieren quedarse donde están. Aunque comen  en su compañía todos los días las comidas que hace Nara.

   Gil, está sentada en su habitación mientras mira por la ventana que da al bosque, en noches de luna llena no sabe por qué, pero le entran unas grandes ansias de salir,  acostarse en la yerba y observarla, le parece radiante y bella. No solo eso, hay una voz en su cabeza que le habla y le dice que él vendrá a verla, que lo haga. Pero en el último momento se acobarda y no sale, pero hoy está decidida a hacerlo. 

 Escucha cómo sus padres se acuestan después de terminar sus quehaceres y sale sigilosa por la ventana. Siempre ha visto en luna llena, unos ojos rojos en la oscuridad que la observan, y la llaman. Tiene gran curiosidad por saber a quién pertenecen, no le resultan amenazantes, tiene la impresión que la miran con amor. Camina despacio hasta el borde del bosque, sabe que está allí, lo puede sentir. No sabe cómo, pero ella puede sentir al dueño de esos ojos. Por un momento el terror se adueña de ella y quiere salir a correr, pero algo más fuerte que ella la hace quedarse dónde está.

 Toma aire una y otra vez llenándose de valor. Cierra los ojos al escuchar el crujir de hojas a su espalda, los pasos se acercan lentamente, con cuidado como si no quisieran asustarla, hasta que se detienen a cierta distancia. Escucha un resoplido, se gira despacio todavía con los ojos cerrados temiendo con lo que se va a encontrar y extiende su mano. No sabe por qué lo ha hecho, pero no la retira, se queda así, temblando aterrorizada hasta que  algo húmedo y caliente choca con ella. Abre los ojos y se asombra ante lo que ve.

Gil se queda quieta sintiendo el hocico en su mano, cierra y abre los ojos despacio como si no creyera lo que tiene delante justo ahí en su mano. Salta asustada hacia atrás cayendo sentada en el piso, retrocede arrastrándose lo más rápido que puede viendo como la gigantesca sombra no la sigue.

¡Es el lobo más grande que ha visto en su corta vida!

 Y está allí, mirándola con esos ojos rojos que la inspeccionan.¿Cómo diablos se le ocurrió salir de su cuarto? Quiere gritar, llamar a su padre, pero de su boca no sale un solo sonido. Hace el intento de ponerse de pie y salir corriendo, pero su cuerpo no responde, ¡está a expensa de este depredador que de seguro se dará un gran banquete con ella, piensa. La ha estado cazando todo este tiempo, de seguro al ver como ella se sentaba en la ventana, él estaba esperando el momento propicio para atraparla, ¡y ella sola vino a entregarse a sus fauces! ¿Qué puede hacer ahora? Él hace tres de ella o más. No tiene escapatoria. Cierra sus ojos cuando lo ve que avanza hacía ella en espera de lo que sucederá.

 

 

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