5)

Me he quedado de piedra con todo lo que Nora me ha contado. Ni en un millón de años me lo hubiera imaginado. ¿Dónde diablos me he metido? Zara era una perra malvada y ahora estoy atrapada en su cuerpo.

Nora me ha explicado que Felicity ha sido la novia de Cole desde hace tiempo y que yo, es decir, Zara, fui la intrusa que se metió entre ellos, obligándolo a casarse conmigo.

Entonces, no es su amante, es su novia... y está embarazada. Aquí la amante soy yo, aunque lleve el título de esposa. ¿Esto no se está volviendo demasiado turbio? ¡Dios mío, qué le pasaba a Zara!

Ahora entiendo por qué todos la odian, y con razón. Zara no ha sido precisamente un modelo a seguir, y ahora me toca pagar las consecuencias. Para colmo, desconozco todo sobre su vida, y si empiezo a preguntar, van a tratarme de loca o sospechar que algo anda mal. ¿Qué se supone que voy a hacer ahora?

—¿Señora? —Nora me observa con extrañeza mientras yo me muerdo las uñas de la ansiedad—. Está actuando un poco extraño últimamente, ¿se encuentra bien?

—¿Hace cuánto me conoces, Nora?

—Bueno... usted siempre venía a la mansión aunque sabía que no era bienvenida, así que tuve el placer de atenderla varias veces cuando el señor se negaba a recibirla —explica con evidente incomodidad.

—Y... por casualidad, ¿tengo a alguien muy, pero muy cercano que me conozca hasta el alma?

—Señora... ¿está bien? —me mira aún más raro.

—Sí, sí, solo responde.

—Sí, tiene a su mejor amiga, Iris, a su hermano, a…

—¿Iris? —enarco una ceja y de inmediato me doy cuenta de que estoy complicando la situación—. Ah, sí, mi amiga. Es que con todo esto de la boda, he estado nerviosa.

—La entiendo, señora. La verdad, comprendo su situación.

—Aunque yo sea la villana, claro —me río sin pizca de humor.

—No lo vea de ese modo, usted es una mujer enamorada y desesperada.

Enamorada mi trasero. Zara está muerta. Ahora soy Tess, y ese tipo no me lo trago, por más que Zara sea la culpable de este desastre.

—¿Necesita algo más, señora? Debo retirarme —dice Nora, tomando la bandeja.

—Ah... una última cosa. ¿Podrías traerme mi teléfono? —pregunto sin saber si lo tiene a la mano o no. Zara debe haberlo usado, y ahí podría estar el contacto de esa supuesta amiga. Necesito hablar con ella.

—Por supuesto, señora —acata, y yo suspiro de alivio—. Enseguida se lo traigo.

Aprovecho que se marcha para tomar una almohada, morderla con todas mis fuerzas y gritar en silencio durante un largo minuto. ¿Dónde diablos quedó mi vida pacífica? Salté de un mundo lleno de problemas a otro con todavía más problemas. Ahora me toca solucionar todos estos malditos baches en mi camino.

Nora regresa minutos después con un bolso de marca y me lo entrega antes de retirarse, recordándome que la llame si necesito algo. Apenas la puerta se cierra, hurgo en el bolso y encuentro cosméticos de lujo junto a un celular de alta gama, el último modelo. ¡Te estoy amando, Zara!

Pero no me dejo deslumbrar por la opulencia. Tomo el móvil y me maldigo al ver que está bloqueado. Claro que lo está, ¿quién no protege su teléfono hoy en día? Pero parece que la suerte me sonríe, porque apenas acerco mi cara a la cámara, el dispositivo se desbloquea. Brinco, más de alivio que de felicidad.

Hay demasiadas cosas en él que no entiendo, así que me concentro en la aplicación de contactos. La lista está llena de nombres que ni por asomo reconozco.

Estoy acabada.

Pero está la lupa. Sí. Presiono el buscador y escribo "Iris", pero no aparece. Me jalo el cabello de la frustración y vuelvo a intentarlo, esta vez con "amiga". Y claro, ahí está. Mejor amiga Risi.

Debe ser ella. La foto de perfil me muestra a la misma chica que vi en mi boda, la pelirroja. Ahora que lo pienso, ella es la que incluso sabía que Zara era virgen. Su mejor amiga, sin duda.

Marco el número con los nervios a flor de piel. No puedo equivocarme. Ya suficiente tengo con que me vean como una lunática. Necesito ayuda. Y la necesito ya.

—¡Hola, amiga! —chilla al otro lado de la línea, y tengo que apartar el móvil de mi oreja. No hay duda, son amigas—. ¿Qué haces llamándome, eh? ¿No estás en tu noche fogosa? ¡Quiero detalles!

—Risi, verás... —la llamo por su apodo con cautela.

—¡Nada de nada! ¿Te estás cuidando? ¡No te vayas a embarazar!

—No estoy con él —suelto enseguida, frunciendo el ceño de puro disgusto—. Risi, necesito hablar contigo sobre algo importante.

—Oye, qué tono tan serio. Ya sabía que no pasaría nada, pero, de alguna manera, pensé que, como eres hermosa, la sanguijuela de Cole al menos no se iba a resistir. En fin, tampoco tenía tan altas expectativas —suspira con dramatismo.

—Dejemos a Cole de lado por ahora —me dejo caer en la cama—. ¿Dónde podemos vernos mañana? Es una emergencia.

—¿Estás bien, Zari? ¡No me digas que Cole te volvió a hacer algo porque…!

—Tampoco —la corto de inmediato—. Por favor, es otra cosa. Quiero hablar contigo en persona.

—Bien, cielo, bien —resopla—. Mañana iré a tu casa, así no tienes que enfrentarte a los paparazzi. Están como jauría de lobos después de lo que pasó en la boda. Les diste un espectáculo digno de telenovela y ahora están por todos lados.

Cierto… la bofetada que le di a Cole. Pero bien merecida se la tiene el desgraciado. Debería estar agradecido de que no terminé de partirle la cabeza con el jarrón también.

—Te estaré esperando —respondo antes de colgar.

Me quedo mirando la pantalla, hecha un lío.

De repente, quiero volver a mi miserable vida. Prefiero eso antes que tenerlo todo aquí, pero rodeada de problemas, enemigos, un marido con amante en gestación que me odia y un total desconocimiento de mis propios gustos, que ahora son los de Zara.

La gente va a sospechar en cualquier momento que no soy ella. Y no tengo idea de cómo voy a explicar esta locura.

Me levanto de la cama y me acerco a la ventana. Afuera, una piscina enorme brilla bajo la luz de la luna, el agua reflejando su resplandor de un modo hipnótico.

De pronto, una idea se instala en mi cabeza.

Si intento matarme… o al menos logro darme un golpe lo bastante fuerte como para quedar inconsciente… ¿podré volver a mi cuerpo?

No sé si eso es posible. Tampoco sé si mi cuerpo sigue con vida o si está muerto en algún lugar. ¿Y si el alma de Zara está atrapada en ese cadáver? ¿Y si ella murió y me dejó aquí, en este cascarón lleno de problemas?

Tienes que hacer algo, Tess. Pero ya.

Me quito las sandalias y dejo que mis pies descalzos toquen el suelo frío. Camino hasta la puerta, la abro con cuidado y me asomo. Nada.

No hay nadie a la vista, así que salgo en puntillas.

Avanzo con cautela hasta las escaleras y reviso de nuevo. Nadie. Supongo que todos ya estarán dormidos después de haber triunfado en arruinarme la cena, los muy malditos.

Bajo peldaño a peldaño, sintiendo las baldosas heladas contra la piel. Mala idea no haber traído algo puesto, pero no quiero hacer ruido.

Una vez abajo, busco la puerta trasera que lleva a la piscina. No tengo un plan claro, pero necesito improvisar.

De tanto buscar como loca, por fin la encuentro.

Pero entonces…

Pasos.

Mi corazón se acelera y me escabullo de inmediato, deslizándome hasta la piscina mientras el aire helado de la noche me azota. Me escondo detrás de una estatua, conteniendo la respiración por si alguien decide salir al jardín.

Nada.

Los pasos se desvanecen. Debió de ser alguna sirvienta.

Suelto el aire y salgo de mi escondite. Me acerco a la piscina. El agua está cristalina, bellísima.

Nunca he estado en una piscina. Jamás tuve el privilegio de disfrutar lujos, ni siquiera los más simples.

Y ahora que lo tengo todo… mi vida es un desastre.

Bueno, la vida de Zara.

Que ahora es la mía.

Me siento en el borde de la piscina y meto los pies en el agua.

Por los dioses, está helada.

Me arremango el vestido hasta los muslos y respiro hondo. Tengo que hacerlo. Es una locura, una tontería incluso, pero… si me ahogo, ¿volveré a mi cuerpo? ¿Y si al menos pierdo la consciencia? Tal vez despierte frente a mi ordenador otra vez.

Quien no arriesga, no gana, Tess.

Con esa idea en mente, tomo impulso y me dejo caer.

El agua me envuelve en su abrazo gélido. Cierro los ojos con fuerza, conteniendo el aire en mis pulmones.

Pero de pronto…

La presión es demasiada. El agua se filtra por mi nariz y mis músculos se tensan.

¿Qué pasa?

Intento nadar hacia la superficie, pero mi cuerpo no responde. Me bloqueo. Mis movimientos son torpes, mis extremidades entumecidas.

¿Qué rayos?

Abro los ojos, desesperada. La superficie está justo sobre mí, tan cerca… y no puedo alcanzarla.

Definitivamente, esta fue una estúpida decisión.

Cierro los ojos.

Tal vez… tal vez para volver solo necesito morir y ya está.

Dejo de luchar. Me hundo.

Mis pulmones arden como si el infierno entero se hubiera instalado en mi pecho. La presión en mi cabeza es insoportable.

Y entonces…

Algo se aferra a mi muñeca y tira de mí con fuerza. Una mano.

En un instante, el frío de la noche me golpea de nuevo.

Escupo agua entre toses violentas, sintiendo el ardor quemándome la garganta y la nariz.

Respiro.

Aire. Maravilloso, delicioso aire.

Cuando logro abrir los ojos, descubro que estoy tumbada en el pasto, jadeando, empapada de pies a cabeza.

Y frente a mí…

Cole.

Empapado también.

Con los ojos encendidos de furia. Debe de querer terminar el trabajo que dejé a medias.

Genial.

Hasta en mi intento de morir, este bastardo tenía que aparecer.

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