LARA

Cuando bajé las escaleras atrapé a Armando de Louis mirándome hacia arriba y hacia abajo. Sonrío, sabiendo que tengo un efecto en él que también podría usar como una ventaja.

Pero supongo que no soy el único que llamó la atención.

Armando parecía jodidamente caliente. Mierda, ni siquiera debería estar pensando así.

Tiene puesto un traje totalmente negro, en el que sus músculos se flexionan. Su pelo castaño está ligeramente rizado y retenido, solo unas pocas hebras no aguantarían y están en su frente. Su mandíbula está afilada como un cuchillo y sus ojos marrones miel me atraviesan antes de que se funde y salga de mi vista.

Cuando estoy abajo, la gente viene a saludarme y empieza a hablar de negocios.

Dios, ya lo odio aquí.

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Ya han pasado dos horas y estoy jodidamente cansado. Ya comimos e hicimos nuevos negocios con algunas mafias que son nuevas en esto.

Bailo con Enrique en la pista de baile.

—Me sorprende que ni siquiera lo hayas mirado todavía—, exclama Enrique sorprendido.