Amy
Apoyo mis manos a su pecho, encandilada por su fuerza, por su calor y la confianza que me provoca. Sonrío cuando aparta un mechón de mi cabello de mi frente.
—Lo hago, pero es diferente hacerlo por amor, romper huesos sin restricciones o presiones sobre tu cabeza.
Rio entre dientes, porque eso último sí se escuchó a él.
—Parece algo que has descubierto recientemente.
Arruga el ceño y lo medita.
—No, en realidad —susurra con sus ojos puestos en lo míos, manteniéndome alineada a su cuerpo, duro—. Pasó desde que mi corazón encontró a su dueña y perdió su voluntad.
Aprieto mis puños y me aferro a la solapa de su saco. Mi garganta se reseca y mi voz se escapa a algún lugar lejano.
Se inclina más, como si la cercanía no fuera lo suficientemente íntima y