La bomba
Solo unos días después de la conversación con sus padres y cuando parecía que el viento soplaba a favor del inminente matrimonio, el señor Carrizosa entró al despacho de Valeria, que en ese momento estaba trabajando con Andrea. La asistente debió retirarse, no sin antes enviarle un guiño a su jefe, con el que le deseaba la mejor de las suertes.

—Hoy tiene un muy buen aspecto, señor, un poco menos siniestro que el usual —dijo Valeria cuando su suegro tomó asiento—. Se ve como ese sith de la Guerra de las Galaxias, el que es rojo con cuernos en la cara, lo que es una considerable mejora, porque siempre que lo veo parece el Emperador.

El señor Carrizosa sonrió.

—Yo hoy también vengo con un buen repertorio de chistes, niña —dijo el presidente de la firma con un tono de voz y gestos muy similares a los de su hijo cuando ejercía su papel de jefe tirano—, pero creo que bastará con uno solo para que nos riamos.

Valeria pasó saliva y se acomodó en la silla, nerviosa, pese a intentar demo
Svania Blass

¿Debería Valeria aceptar la oferta del señor Carrizosa y tener un futuro de prosperidad económica y profesional, dejando a Franco y sus sombras, o arriesgarse a luchar por un hombre que, al parecer, solo es una fachada, y perderlo todo?

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