En la Mirada del Alfa
En la Mirada del Alfa
Por: J. I. López
Un viaje al destino

Gevaudan, Francia, 1765.

El horror una vez reino en Francia, bestias misteriosas que atacaban a los pueblos...a sus habitantes...aullidos feroces que anunciaban una luna carmesí, lobos con pelaje de plata.

El sonido del motor de avión aun resonaba en sus oídos, el viaje no había resultado para nada placentero, pero no se quejaba, después de todo, viajaba en clase económica para ahorrarse unos cuantos dólares, el dinero no le sobraba y aun tenia que ver sobre los costos reales sobre la renta, alimentación, etc., etc., mucha gente encontraba realmente relajante el sonido de los motores en los enormes pájaros de acero, incluso, se creía que el sonido de estos ayudaba a dormir…pero no a ella, nunca a ella.

Ceres Gultresa viajaba desde su natal Estados Unidos a Francia, el lugar de origen de sus padres, después de muchos años, había decidido cambiar el rumbo de su vida intentando encontrar un poco de calma después de días realmente oscuros, había perdido a su padre recientemente y en su lecho de muerte este le había hecho la más increíble de las confesiones, tenia un medio hermano mayor a ella por un par de años, tomando sus pocas pertenencias y después de vender la vieja propiedad familiar, Ceres se había resulto a viajar a Francia en busca de su misterioso hermano perdido, todo hasta allí sonaba bastante trágico, pero no lo era en realidad, la hermosa joven en sus 26 años era una muy talentosa y reconocida artista, sus obras de arte habían sido aclamadas muchas veces por expertos en el tema, ella, adoraba pintar desde que era solo una niña, sin embargo, a pesar de su éxito, no poseía fortuna alguna, cada dólar obtenido de la venta y exposición de sus cuadros, se había invertido en el tratamiento de la enfermedad de su padre, aunque, al final, nadie podía ganarle a la muerte.

Francia no solo tenia un hermano esperando por ella, también, una generosa oferta que de ninguna manera podría rechazar, todo había ocurrido después de que un misterioso artista, quedara enamorado de una de sus mas populares pinturas, La mirada del Alfa, el cuadro en cuestión, era un retrato al oleo de un hermoso lobo gris, líder de manada, del cual había quedado cautivada en uno de sus viajes a Francia cuando era pequeña, había visto a aquel hermoso lobo en los bosques cercanos a la propiedad que pertenecía a los padres de su madre, y, después de muchos años sin poder olvidarse de aquellos ojos tan profundos y salvajes, plasmo aquellos ojos lobeznos de sus recuerdos en aquella hermosa y afamada pintura, ganándose reconocimiento por ello.

Aquel misterioso artista había comprado su arte, y su representante, o al menos, lo que creía que era el hombre que la contacto, le había hecho un generoso ofrecimiento en nombre del misterioso artista anónimo, cada una de sus pinturas, seria expuesta de manera permanente en el famoso museo de arte Rousseau, todas sus obras habían sido compradas, incluso aquellas que ya tenían dueño, fueron recuperadas después de pagar una gran suma, ella, estaría recibiendo una muy generosa cantidad por dicha exhibición e incluso su arte no estaría mezclada con la de nadie más, si no, estaría en un espacio exclusivo para ella, además, se le ofrecía un trabajo muy bien remunerado como maestra de arte en dicho museo, por supuesto, aquella tan generosa oferta no podría ser rechazada, pero no comenzaría a recibir dinero alguno hasta que se presentara ante el misterioso artista que hacia todo aquello posible.  

Saliendo del aeropuerto, Ceres esperaba no batallar para conseguir un taxi, por esa noche tendría que buscar un hotel y luego ver la manera de encontrar un apartamento en alquiler, no había tenido la mejor de las planeaciones, más bien, todo había sido un plan sumamente espontaneo, el viento mecía con gentileza su larga cabellera rubia castaña que le llegaba a sus bien torneados muslos, sus ojos azules como el zafiro, miraban con suma expectación toda la maravilla que había para ver, Ceres, era una muy hermosa muchacha de cuerpo delicado pero de grandes atributos, aunque nunca dejaba estos a la vista pues se consideraba a si misma como una mujer sumamente recatada, odiaba sobre todas las cosas ser el centro de atención de las miradas, por ello, prefería usar ropa nada extraordinaria y aburrida para evitar cualquier tipo de mirada incomoda sobre ella, aquella noche usaba un simple vestido gris que le llegaba a las rodillas y de cuello alto que no dejaba absolutamente nada a la vista, nunca había tenido un novio, a pesar de que mas de uno la pretendía, aquello no figuraba en sus planes ni mucho menos era prioridad, todo su tiempo se había invertido en su padre y, por supuesto, en su arte.

Comenzaba a sentirse sumamente frustrada al notar que no había taxis alrededor, empezaba a hacerse tarde y no deseaba quedar expuesta en un lugar que apenas si recordaba de memorias infantiles y del cual no sabía más que lo básico, fue entonces que lo vio, un auto negro y sumamente lujoso se paraba frente a ella, había visto demasiadas películas donde aquello terminaba mal y temiendo terminar en el interior de un maletero, comenzó a caminar de regreso al interior de aeropuerto, dos hombres vestido de negro habían bajado de este y comenzaban a seguirla, maldiciendo mentalmente, Ceres aceleraba el paso temiendo lo peor.

– ¿Señorita Gultresa? –

Dijo uno de aquellos hombres, logrando que Ceres se detuviera sobre sus pasos.

– ¿Sí? ¿Como sabe mi nombre? – pregunto la ya muy nerviosa chica, tomando del interior de su bolso una pequeña botella de perfume pensando en arrojar el contenido hacia los ojos de los extraños si las cosas se ponían difíciles.

Una sonrisa se había dibujado en el rostro de aquel joven hombre que la miraba con expresión divertida.

– Mi nombre es Alfred Dubois, hablamos por teléfono hace un par de días sobre la generosa oferta que mi señor tiene para usted, me dijo que tomaría un vuelo hasta aquí ¿No lo recuerda? – dijo el joven hombre intentando contener una risa.

Ceres relajo su postura, con tanto en mente desde el funeral, la oferta y todo lo demás, se había olvidado por completo de aquella llamada que tuvo antes de tomar el vuelo a Paris.

– No le he dicho exactamente que llegaría hoy, ¿Cómo ha sabido que ya me encontraba aquí? – pregunto la rubia con desconfianza.

Los dos hombres sonrieron.

– Eso es porque nuestro señor nos ha pedido estar en vigilancia del aeropuerto para recibirla adecuadamente, llevamos varias esperando tomando en cuenta las horas que de viaje que son desde New York hasta aquí – respondió el joven Alfred.

Ceres se sintió sorprendida ante aquella respuesta.

– Es un poco escalofriante, no planean secuestrarme ¿O sí? – pregunto la chica entre risas nerviosas.

Las risas de ambos hombres se dejaron escuchar sin recato alguno.

– Por supuesto que no, recuerde el trato que tenemos para recibir la generosa oferta que se le hizo, mi señor desea conocer de inmediato a la autora de La mirada del Alfa, quedo tan fascinado con su arte que no quiere perder tiempo alguno, además, usted no me ha dicho donde planea vivir a su arribo en la ciudad, se ha preparado un pequeño apartamento para usted que puede ocupar de inmediato si así lo desea, pero si no es así, también podemos recomendar hoteles y ayudarla a encontrar un lugar a su gusto – dijo con sinceridad el joven.

Todo aquello parecía demasiado bueno para ser verdad, pero sin muchas opciones en mente y con poco dinero en su cartera, Ceres decidió acompañar a los misteriosos hombres a conocer a tan amable benefactor.

– Muy bien, iré con ustedes, pero si intentan algo raro no duden en que se cómo defenderme – respondió la chica aun desconfiando.

– No tiene nada de que preocuparse, venga, nuestro señor ya la espera – dijo Alfred aun sonriendo.

El recorrido en el lujoso vehículo, era en si mismo una maravilla, Paris era en realidad bellísimo, toda la ciudad parecía una obra de arte, se moría de ganas de plasmar en oleo todo aquello cuanto miraba, era un lugar en verdad romántico como leía en algunos blogs en internet, el hogar perfecto para un artista.

Finalmente, después de un lapso de aproximadamente media hora, llegaban a una lujosa mansión que se hallaba al costado del museo donde se expondría su arte, los grandes jardines lucían majestuosos, fuentes románticas y hermosas decoraban espacios llenos de flores, aun en la penumbra de la noche, no era difícil admirar tal esplendor debido a las elegantes lámparas que alumbraban el sitio, el auto había detenido su marcha y en el marco de las elegantes puertas de roble que daban el acceso a la elegante mansión, ya los esperaba un hombre.

Cabello oscuro como la noche de aspecto rebelde, piel blanca ligeramente bronceada, hermosos y bastante cautivadores ojos celestes, como el cielo, barba corta, un tanto desaliñada, bastante alto, aproximadamente 1.90, un fuerte pecho, seguramente producto del ejercicio, que se notaba bajo aquella camisa blanca que se marcaba a su cuerpo como una segunda piel, un hombre demasiado apuesto que se notaba ya entrando en los últimos años de sus treinta, quizás, comenzando los cuarenta, con la sonrisa mas cautivadora del mundo.

– Buenas noches señorita Gultresa, debo decir, que es un verdadero honor para mi el finalmente conocerla, mi nombre es Belmont Fortier, soy quien compro su maravillosa arte y también el dueño del museo Rousseau, venga conmigo, tenemos mucho de qué hablar – dijo aquel enigmático hombre de ojos azules.

Ceres se sentía un poco intimidada ante la presencia de aquel hombre del que solo alcanzaba a verle la espalda, la mansión, por otro lado, era un recinto a todo lujo, bastante hermosa y notándose como el hogar de un artista, costosas obras de arte demostraban solemnes en lugares específicos, dando una sensación de estar dentro de un museo mas en lugar del hogar de alguien, todo era de gran belleza y esplendor.

– Por aquí –

Indico aquel hombre enigmático, abriendo la puerta de lo que parecía ser su estudio privado.

Ceres sintió como su corazón dio un vuelco sobre si mismo al ver en medio de aquel lugar, justo en el centro de la pared que estaba detrás del elegante escritorio de roble, su afamada pintura, La mirada del Alfa, no creía volver a verla alguna vez, después de que se vendió a un hombre en china, aquella pintura había marcado su comienzo en el renombrado mundo del arte profesional, y había comprado diversos tratamientos para su fallecido padre con ello.

– No puedo creerlo, no pensé volver a verla de nuevo – dijo Ceres mas para si misma que para aquel hombre que sonreía complacido.

– No pude evitar adquirirla para mi colección personal, una obra maestra como esta, no merece ser exhibida en lugares poco adecuados y mucho menos, que su talentosa autora no reciba nada por ello, aunque, esta magnífica pintura, solo estará en exhibición durante la primera semana en que su galería se estrene en mi museo, puede considerarme un egoísta, pero no deseo compartirla con nadie más – dijo Belmont Fortier, mirando fijamente a la entusiasmada y hermosa muchacha de ojos zafiro.

– Oh señor Fortier, en verdad me siento muy agradecida por todo esto, nunca en mi vida espere recibir tan magnifica propuesta, puede estar seguro, de que daré mi mejor esfuerzo en cumplir sus expectativas como profesora de arte en su afamado museo – dijo Ceres con sinceridad.

– No me queda ninguna duda sobre ello señorita Gultresa, una joven tan hermosa y talentosa como usted, ya esta llenando mis expectativas – dijo Belmont con una sonrisa maliciosa que la joven no logro notar.

Ceres, observaba embelesada su primera obra, sin notar que los profundos y misteriosos ojos de su benefactor, parecían devorarla en cada mirada.

Belmont miraba a aquella hermosa joven, su cabello rubio parecía ser sumamente sedoso al tacto, sus ojos zafiro, fascinados, dejaban ver una adorable inocencia de infancia, una mirada muy pura y sincera que ya no se encontraba fácilmente en ninguna mujer, su blanquecina piel se notaba suave y cremosa, invitándolo a despertar oscuros deseos aun cuando esta no se mostraba abiertamente ataviada en esas ropas tan pulcras y sobrias que no mostraban demasiado, Ceres Gultresa, era una presa deliciosa que olía a pureza y recato, un alma serena y apacible, de esas que nunca se atrevían a demasiado y que eran las más difíciles de corromper.

Mirando de nuevo a esos hermosos ojos de zafiro, Belmont podía jurar que aquella joven nunca había sido ni siquiera besada, pues, en su olfato sobrenatural, no había rastro alguno de hombre sobre su piel.

– Disculpe señor Fortier, pero se hace un poco tarde, me ha encantado charlar con usted, sin embargo, aun debo buscar un hotel para pasar la noche, espero que mañana podamos reunirnos para hablar sobre la exhibición en su museo, en verdad me siento muy agradecida con usted – dijo Ceres con una sonrisa sincera.

– Puedes quedarte en mi hogar el tiempo que desees, tengo mucho espacio y demasiadas habitaciones sin ocupante alguno – dijo con voz sensual el apuesto hombre.

Ceres hizo una mueca de desagrado ante el comentario, no había notado la sugerente invitación, pero, en sus principios, no le parecía correcta aquella invitación.

– Lo siento señor Fortier, pero no me parece adecuado quedarme a dormir bajo el mismo techo de un hombre que apenas conozco, me temo que declinare su generosa invitación – respondió Ceres con educación.

Una sonrisa seductora se dibujó en los labios de Belmont Fortier, esa era la primera vez que una mujer rechazaba quedarse a dormir en el mismo espacio que él, toda hembra que entraba en sus dominios, caía irremediablemente ante sus encantos, no había ninguna, hasta ahora, que le dijera que no a semejante y sugerente invitación, sin embargo, la chica de atuendo aburrido frente a él, lo había rechazado en el acto, no se había equivocado en sus suposiciones sobre ella.

– Lamento haberla ofendido con mi invitación, tiene usted razón, sin embargo, no puedo permitir que salga sola a buscar un sitio para dormir a estas horas de la noche, las calles pueden tornarse verdaderamente peligrosas para una joven gentil como lo es usted, siempre hay miradas ocultas en las sombras, así que permítame hacerle esta oferta, he pedido que se renueve un apartamento que se encuentra a solo unas calles de aquí, puedo jurarle que tengo un solo juego de llaves, puede usarlo solo por esta noche si así lo desea, estará sola y completamente cómoda, ya se ha abastecido el lugar con algunos alimentos para usted, ya mañana podrá decirme si se quedara en el lo que dure su estadía en mi bella Paris, o si necesitara ayuda para buscar algo mas a su gusto – dijo Belmont acercándose a la chica.

Ceres se sintió inexplicablemente nerviosa ante la cercanía, y retrocediendo un paso atrás, miro fijamente a los enigmáticos ojos de aquel atractivo hombre…estos, guardaban un gran parecido con los ojos del lobo en su pintura, demasiado poderosos, demasiado penetrantes.

– Esta bien, tomare su ofrecimiento, aunque solo por esta noche, en verdad se lo agradezco – respondió la rubia sin meditar demasiado debido a su nerviosismo.

– Me complace mucho que acepte mi oferta, Alfred se encargara de llevarla hasta allí, que pase usted una buena noche señorita Gultresa – dijo Belmont sonriendo de nuevo.

La noche se sentía fresca y bastante agradable, su generoso benefactor no había mentido, el apartamento era en realidad bastante bonito y cómodo, decorado a su gusto de extraña y coincidente manera, las vistas a la torre Eiffel eran magnificas, y había una gran variedad de alimentos en el refrigerador, sintiendo hambre después de que los nervios finalmente se marchaban, había cenado una exquisita variedad de carnes y quesos, todos, alimentos de primera clase, recostándose sobre la mullida y cómoda cama revestida en fina seda, Ceres comenzaba a quedarse dormida, algo que no había logrado hacer a plenitud durante mucho tiempo, un extraño aullido comenzaba a escucharse en medio de sus sueños, y, por un momento, casi logro sentir que alguien la observaba desde fuera y a través del enorme ventanal en la elegante alcoba, una mirada fuerte, poderosa, como aquella que dibujo para el lobo gris en su pintura, pero, haciendo caso omiso de ello, se quedo completamente dormida sin notar a los enigmáticos ojos celestes que la miraban fijamente, sin notar, que aquel amable benefactor, había fijado su mirada sobre ella, desconociendo lo que aquello implicaba.

Un viaje al destino, era aquel que Ceres había realizado en busca de un hermano perdido y una oferta que cambiaba su vida, una nueva historia comenzaba a escribirse, sin que ella se enterara, sin que supiese lo que su camino le estaba aguardando.

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