18. La carretera

— ¡¿Cómo pudieron?! ¡Los odio!  — gritó el pequeño pecoso y corrió hasta desaparecer por el pasillo de paredes grises de aquel orfanato. 

— Gracias, señor Owen’s, por traer al muchacho — dice la directora de ese orfanato fuera de la ciudad y a un lado de ella una mujer que debe de ser la secretaria, Raúl solo asiente y sale sin ninguna expresión en el rostro afuera del establecimiento.

— Con permiso — asiente abriendo la puerta y  salgo tras de él sin decir nada entramos al mercedes Benz  negro.

Arranca el motor del auto, estamos sumergidos en un incómodo silencio.

  — Sigo sin entender tu odio hacia los niños  — susurro y el rubio a mi lado frena el auto de repente — ¿Por qué lo ilusionaste? — lo miro preguntándole y solo agacha la cabeza con

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