—¡Oh Dios mío! Esto es demasiado—, dijo ella y casi estuvo tentada de cerrar sus piernas, pero él le había advertido que no se atreviera a hacerlo.
Lo empujó lentamente. Cuando Paola sintió que el vibrador se deslizaba dentro de ella, se clavó las uñas en la palma de la mano y sacudió la cabeza agre