«Si no estás dispuesto a amarlo con sus demonios, entonces no lo saques del infierno».
— Estos asientos son incómodos Leo— gruño mientras me muevo tratando de estar cómoda.
— Ya le dije a mi padre, al parecer los encargados de los diseños nunca se habían percatado de eso— suspira.
—Tengo hambre— no lo pensé dos veces cuando lo dije.
— Pero hace veinte minutos pedimos comida.
—¿Acaso te pregunté?, ¿no verdad? Hace rato yo tenía hambre, ahora tus hijos tienen hambre— me crucé de brazos y fruncí el ceño, no quiero terminar viéndome como una ballena.
—Esta bien, llamaré ha la azafata— sonrío triunfante, hecho una miradita a dos asientos atrás