—Gabriel —Scar repentinamente se volvió hacia el gran oso torpe—. Hubo una vez en la escuela cuando me acosabas y te atrapó la maestra. Cuando te pidió el número de tu madre, dijiste un número equivocado antes de corregirlo rápidamente, pero no era realmente un número "equivocado", ¿verdad? Era el número que te habían hecho memorizar cuando eras pequeño, antes de que lo cambiara por el actual. ¿Por qué ella usó ese número de teléfono durante veinte años sin problemas, mientras que tú tenías que memorizar dos?
Gabriel abrió la boca como un topo gigante que por accidente excava hasta la superficie.
—¿Mamá...? —balbuceó Gabriel, mirando a Anna como un niño perdido. No entendía cómo pudo caer en la trampa de Scar.
Pero no había escapatoria porque no era una trampa. Era un pozo oscuro e interminable en el pasado de su madre que, por mucho que lo intentara, no lograba ocultar.
—Eso es demasiado rebuscado, ¿no crees? —Ava se esforzó por argumentar—. Solo por un nombre y un error cualquiera...